sábado, 28 de marzo de 2009

EL PREGÓN en el salón

 Antes de que el sol despunte por la alcazaba del sueño, está igualando en Sevilla el capataz del anhelo...ya quisiera el Maestranza con sus esquinas de parqué, su amplio escenario engalanado por los blasones del heraldo municipal, sus vetustos sillones presidenciales, sus palcos principales y su platea, parecerse al salón de las casas de todos los cofrades sevillanos que toman posesión de su exclusivo sitio, para escuchar el pregón de la Semana Santa de Sevilla. La abuela en su mecedora con la cara lavada con agua de porcelana y su moña recogida por fragantes orquillas de jazminez; reza y suspira con la emoción velada por la incontinencia de sus lágrimas. Ella sabe que escuchar a Sevilla en boca del pregonero, es vestir de limpio la memoria de los buenos recuerdos con las palabras de siempre que es como se estrena cada año el rito de la Pasión. La madre, por enésima vez, pasó la mopa por el cristal reluciente de la mesa de camilla y asusó el ramilletes de claveles que adornaban el jarrón del centro; pidió a su hijo mayor, que esta vez se llevara a los niños a la plaza que es parque de “rampla” y palomas, donde se escucha también otro tipo de pregón a la sevillana manera. El más cofrade de la familia, el rancio capillita a mucha honra, se levantó temprano ensayando mañana de domingo de Ramos, se dirigió a la “calentería” del barrio y trajo un papelón para hacer boca antes de endulzar el paladar con las torrijas que son la mejor presentación y prólogo del día del pregón más casero de Sevilla. Sólo falta prender el carboncillo y echar las cucharaditas de incienso; se desconecta el móvil; se hace el silencio, para escuchar el sonido impresionante de la marcha escogida por el pregonero, triunfal y solemne melodía que suena como nunca en el palquillo del salón. La voz atemperada del heraldo de la fiesta mayor de la primera, dá la palabra al que vá a hablar en nombre de la misma palabra de Dios para Sevilla. Ocho minutos eternos de Amarguras separan el sueño de la más hermosa realidad. “Ya nada será igual, aunque parezca lo mismo”.
Muchísima suerte, al pregonero.

sábado, 21 de marzo de 2009

AZAHAR DE BETANIA


Cuando este año la veas, si es que consigues no perderte en la espiritualidad del misterio a quien le presta nombre, comprenderás que su cautivadora imagen no guarda relación alguna con la de aquella mujer que exasperaba al mismísimo Cristo. Marta, mujer de fuerte carácter, hacendosa e impulsiva, preocupada en demasía por las labores doméstica, se quejaba a menudo de ver su casa de Betania, convertida en parada y fonda de Jesús y sus discípulos, íntimos amigos de sus hermanos: Lázaro y María.
Ella quería atenderlos a todos, darles de comer, hospedarlos debidamente, creando involuntariamente una atmósfera de incomodidad que no le era ajena al maestro. Marta miraba a Cristo queriendo poner atención a sus cautivadoras palabras, pero el subconsciente la traicionaba: “alguien tenía que encargarse de servir la mesa, traer agua fresca, sacudir el polvo de las sandalias y proporcionar el alimento a los comensales, ya que ni siquiera su hermana María se preocupaba de ello”…El día que murió su hermano Lázaro, Marta lloró desconsoladamente; lloró por el destino fatal de la casa sin la presencia del hombre que las dejaba huérfanas de todo derecho; lloró de remordimiento por no haber dado a su hermano la paz que requerían sus sabios consejos y sobre todo, lloró amargamente por la ausencia de Jesús el amigo entrañable, el consejero y maestro que se encontraba lejos en aquellos momentos, sin haber acudido tan siquiera al entierro. No tardó Jesús en aparecer por Betania; el fragante aroma de los azahares próximos a Getsemaní, acercaron a Marta el rastro incontestable del Señor y ella salió a su encuentro cegada por el resplandor del ocaso, con la firmeza y el temperamento de quien sabe distinguir el más flamante sol puesto en la escena de la resurrección y la vida. “Si Tú hubieras estado aquí, Señor, mi hermano no hubiese muerto, le increpó”. -¡Calla mujer!- “quien no tiene fe, no conoce la gloria ” –respondió Jesús- y seguidamente entró en la casa, para llorar al amigo un largo rato. Después se dirigió al sepulcro y ordenó retirar la grande piedra que lo sellaba. Nuevamente intercedió la impenitente Marta: “Señor, el cadáver ha entrado en descomposición son ya varios días”…pero esta vez no pudo sostener la luz de aquella mirada y la mujer comprendió para siempre el portentoso significado de aquel “¡levántate y anda!”. La verdadera resurrección no consiste en levitar entre los muertos –misterios que pertenecen a una fé paranormal- la verdadera resurrección es despertar a la vida y ver reflejado en sus ojos el brillo de lo eterno y trascendental que está más allá de todo orden y limpieza: “Mujer, cuado deje de preocuparte la suciedad mundana, verás como relucen las cosas importantes de la vida a tu alrededor”.
Así fue como Marta, adivinó la verdadera limpieza reflejada en aquella mirada del maestro, luz de las luces que cambia la corrupción humana por auténtico brillo de paz. Cuando este Lunes Santo, te fijes en la enigmática belleza de la mujer que porta los atributos de la pasión, sobre el misterio imponente que le recreó Sevilla, comprenderás que Marta se atreviera a luchar incluso contra un dragón, según reza la tradición que convirtió en leyenda la vida de la primera restauradora de la caridad de Cristo.

miércoles, 18 de marzo de 2009

PALABRA DE AMOR


Tenía mucho miedo. Sabía que llegaría el día de huir de los hombres con los que había intimado, conocía demasiado de ellos: sus lascivos hedores, la intensión de sus gestos, hasta las pulsaciones de su promiscuidad. Corría desesperada por la calle de la amargura, el calor del mediodía ensopaba su frente y fijaba las mechas de su alborotada melena en su rostro jadeante. Los mismos que gozaron el hosanna de su apetitoso cuerpo, ahora clamaban venganza de lapidación, blandiendo en sus sedientas manos guijarros de fanatismo de la vieja muralla de Jericó. Las mismas piedras que la cercaron dejándola sin salida atrapada en el muro de las lamentaciones. Allí, se desplomó, creyendo que su hora era llegada y besó tierra santa con sus labios ásperos de ocre, mientras apretaba en sus manos temblorosas los granos del último tiempo contado en segundos de arcilla y arena. Entre las tinieblas del contraluz del sol filtrado por las matas de su espeso pelo, adivinó la luz en manos de la luz que sabe poner en el momento justo, tierra de por medio. Y escuchó al amor de su vida hecho palabra de Amor enfrentada a la insoportable vanidad de los hombres: El que esté libre de culpas, lance la primera piedra”…El silencio otorgó su magistral sentencia, huyó el miedo como se deslizó la seda polvorienta del cabello por su faz iluminada. Cayeron las piedras de todas las manos a los pies de cuantos atónitos escucharon aquella luz hecha palabra: “Vete mujer, tus culpas te son perdonadas”. María quedó turbada desde entonces, había visto al Amor y se sintió por aquel Amor obligada a sabiendas que a ese tipo de Amor ni con todo el Amor del mundo se paga, sencillamente por que su Amor no era de este mundo. María su consagró al Amor en cuerpo y alma, le entregó la flor de castidad de su silencio íntimo, fue todo oído de alabanza , se convirtió en humilde sombra y se abrió un hueco donde nadie advertía su presencia más que El , que una noche la tomó por ejemplo, perdida en el deleite de ungir los pies sagrados del maestro con perfumado aloe cubierto por el manto sedoso de su pelo: Mientras vosotros bostezais en el cenáculo sin apenas entender el significado de mis parábolas, esta mujer alivia mi cansancio con unción. La mujer que era capaz de traducir hasta los más recónditos pensamientos del hombre, no intercambió una sóla palabra con Jesús, porque sabía que el Amor no tenía más que un verbo, Amar en su nombre.

martes, 10 de marzo de 2009

Nazareno de Escuela




Habían fabricado un cielo a su altura y no daban con él, porque lo tenían delante. Era un cielo de atormentadas visiones, los que no lo veían los tomaban por locos. Salían a su encuentro cada mañana como auténticos penitentes tras luces y sombras. El primer trazo de un pájaro en el aire les distraía, la silueta de un cúmulo, los abrumados cirros transformados en jirones, grababan en sus mentes cabelleras de santos. Las manos de los hombres en el quehacer diario, serían futuras manos de atónitos sayones. El fruce de los ceños, la arista de unos labios el perfil indolente al final de una barra, darían forma a la inédita idea preconcebida. Sus pasos no sentían la tierra que pisaban, su amor no consentía amar a otra persona, su amor era invisible, de todos y de nadie, amor en puro trance, amor en celo. Se cubrian con el manto oscuro de la noche, lo bordaban de estrellas, de espinos y de cardos, recorrian los caminos de hojarasca, atisbando la perfección que nunca alcanzaban, perdidos en un campo de terciopelo y oro sembrado de tules. Entre las polorientas tablas de sus talleres, los bustos inconclusos, los torsos decapitados y los mutilados brazos, ensayaban un juego en busca del cuerpo imposible. Sólo el aura de luz, lograba encender la expresión con su rayo. Bombo y perfiles soñando en el lienzo de la madera en bruto, virgen, sin templo ni cartelas; esquinas desnudas, esperando la ronda de los pasionistas ángeles o el hueco dispuesto para la pluma, el león, el toro y la serpiente que rodea el caiz de los cuatro evangelistas. Habían fabricado un cielo a su altura y brillaban en él sin miramientos. Divinos ignorados por el Dios extraido del cedro, aquel Dios que decían, hallábase en los nudos de la espiral del tiempo. El Dios en el que tantos encontraron salvación y consuelo sin pararse a pensar en las manos que a Imagen y semejanza lo concibieron. Cuando los palios lloren vaivén de plata añeja; cuando los cirios rebosen su luz de miel en candeleros, cuando los mantos recogan sus brillos de alta noche oscilando entre fulgidas llamas de guardabrisas, en un rincón perdido, el buril de un esteta dará un golpe en el yunque con el tas del recuerdo, temblor y latido del mismo corazón de la Semana Santa más natural de Sevilla.

domingo, 8 de marzo de 2009

CAIDO SE LE HA UN CLAVEL

No le pongas a la niña, Caridad ni Piedad, que son nombres con los que se sufre mucho y el sufrimiento no tiene fecha de caducidad. Es igual que su honónimo “sentimiento” que no pasa de moda, que sólo se altera con la expresión de la belleza, según la luz que reciba.
. Ponle un adjetivo a la niña del arenal; un piropo, un epíteto, blanco y radiante como el sudario que se expande en su bendito regazo.
Esa niña tan joven; esa princesa de tul con carita de rosa, es imposible que abraze el cuerpo mustio de un hijo. No lo ves que no está muerto, que duerme el sueño de los justos, de los que alargan su diestra y señalan con el índice hacia el clavel de la vida.
No le cuentes a la niña otra pena que no sea la ilusión de tu mirada, tu dicha al contemplar que su excelso dolor es la Piedad de todas nuestras culpas.

viernes, 6 de marzo de 2009

AL principio fue EL SILENCIO

Al principio era el Silencio, antes incluso que el verbo, se hizo el Silencio que vió la primera Luz. Arcángeles invisibles, soñaron la creación en ese génesis de Silencio que fue la nada. Nació en Silencio el amor para abarcarlo todo: el agua, el aire, la luz y el fuego. No había palabra más nítida que el silencio, ni canto, ni murmullo, ni oración más grande en el paraíso de la vida. No era preciso prólogo ni índice, no había dedo que poner en ninguna llaga, ni labios sellados, ni siseo, solo los dos arcángeles invisibles en las brumas de una aurora de incienso para darle custodia y flanquearlo. Dicen que se ve al mismo Dios en el Silencio, que incluso se le escucha y es posible versar un diálogo mudo con el hijo del hombre. Sevilla dice mucho de silencios y en El basó la fuente de su primitiva religiosidad. Desde el Silencio claustral del ora et labora donde forman los vencejos cohortes de primavera, hasta las cuarteladas esquinas de omnium sanctorum que vieron bautizar al primer nazareno, todo es un clamor de armoniosos silencios. Silencios mudéjar de profusión de ojivas; Silencios de alminares convertidos en torres, alcazabas de lunas que guardan los misterios del silencio por callejas y plazas hasta el atrio donde vela sus Armas el puntual cordero de Dios, el de los piés descalzos; el que abraza la primitiva Cruz de esta Jerusalem que vive eternamente en Casa de Pilatos. Al principio, todo es silencio de primer Viernes de Marzo, donde todo comienza para que nunca acabe junto a sus piés descalzos, beso eterno en un campo de lirios morados, donde se yergue un Silencio de siglos que fue incluso antes que el verbo. 

martes, 3 de marzo de 2009

LOS CLAVOS DE CRISTO


Llegaba su tiempo de actividad frenética, de consagración efusiva al trabajo altruista que condicionaba su vida. Veía la llaga del costado de su cristo –sangre cristalina por el agua de la purificación- e inmediatamente le sorprendía el dolor apagado de su propia herida abierta en salazón. No tenía tiempo para escuchar las Angustias de su corazón, pero sentía los latidos atrapados en un cuerpo que no le correspondía a su alma. Su madre lo sabía todo de nacimiento, que no sabrán las madres de sus hijos cuando éstos nacen tan distintos al común de los mortales; los dos se tenían el uno a otro sin condiciones con ese Amor tan parecido a su Cristo que siempre quiere más que ayer pero menos que mañana. En la Hermandad era tan imprescindible como necesario; había aprendido la esencia de su idiosincrasia a la sombra de las viejas glorias priostiles. Fue monaguillo en su infancia, el más preclaro asistente del bueno de don José; cruz alzada en responsos y funciones principales, naveta en la procesión claustral y acólito ceriferario incondicional en los tiempos que se cobraba por salir. No conocía otro camino que el de su casa a la hermandad, donde la vereita no criaba nunca hierva; limpió tanto y tan bien la plata - cuando no era plata- que lo parecía y no se hubiera dado cuenta de ello a no ser que un día sus auxiliares le llamaron prioste por aclamación en un homenaje inesperado, donde recibió la medalla de los venticinco años entre lágrimas de rubor y atropelladas palabras de agradecimiento. Tenía un estilo impecable tanto en el vestir de traje para las grandes ocasiones, como para ponerse el “mono de faena” sin peder arrogancia y compostura. El buen gusto, las buenas maneras, su estricto sentido de la estética y la proporción, causaban la admiración de propios y extraños en el montaje de cultos y altares; en la exquisitez y clasicismo con que preparaba los pasos y sobre todo en el aderezo de las imágenes, donde la huella de su impronta brillaba con luz propia. Sin embargo cada noche en el duermevela a la espera del gozo, sentía como la llaga de su corazón supuraba la hiel de un desengaño. El miedo al qué dirán se convertía en pesadilla: “Dios mío, pasa de mí este caliz de inseguridad y desafuero, haz de mi cobardía penitencia como yo lo hago de mi propia inseguridad…absuélveme de esta culpa que me atenaza, libérame Señor por tus heridas y por tus clavos”. Sentía deseos de correr a la calle gritando como la loca que era atrapada en la farsa de un cuerpo varonil, secreto a voces que todos sus hermanos respetaban, admiraban y compartían como algo propio, pero que estaba condenado a guardar la falsa moral de unas apariencias establecidas bajo el juramento indecisorio de unas sagradas reglas. A la mañana siguiente despertaba musitando sus coplas de golondrina, alegre como una rosa, tomaba su cruz de libertad condicionada, miraba su túnica de penitente antiguo sacada ya del armario, suspiraba de emoción y una furtiva lágrima le recordaba que su pena era tan hermosa y feliz, como la de su amantísima virgen dolorosa a la que tenía la inmensa suerte y privilegio de vestir para su inminente salida bajo palio.

Entrada destacada

MACARENA UNIVERSAL.... "Ya viene, La Macarena"

 Serie: #Pararse,ahi Cap 04