martes, 13 de marzo de 2012

La discípula amada

Palabra de Amor...

Tenía mucho miedo. Sabía que llegaría el día de huir de los hombres con los que había intimado, conocía demasiado de ellos: sus lascivos hedores, la intensión de sus gestos, hasta las pulsaciones de su promiscuidad. Corría desesperada por la calle de la amargura, el calor del mediodía ensopaba su frente y fijaba las mechas de su alborotada melena en su rostro jadeante. Los mismos que gozaron el hosanna de su apetitoso cuerpo, ahora clamaban venganza de lapidación, blandiendo en sus sedientas manos guijarros de fanatismo de la vieja muralla de Jericó. Las mismas piedras que la cercaron dejándola sin salida atrapada en el muro de las lamentaciones. Allí, se desplomó, creyendo que su hora era llegada y besó tierra santa con sus labios ásperos de ocre, mientras apretaba en sus manos temblorosas los granos del último tiempo contado en segundos de arcilla y arena. Entre las tinieblas del contraluz del sol filtrado por las matas de su espeso pelo, adivinó la luz en manos de la luz que sabe poner en el momento justo, tierra de por medio. Y escuchó al amor de su vida hecho palabra de Amor enfrentada a la insoportable vanidad de los hombres: El que esté libre de culpas, lance la primera piedra”…El silencio otorgó su magistral sentencia, huyó el miedo como se deslizó la seda polvorienta del cabello por su faz iluminada. Cayeron las piedras de todas las manos a los pies de cuantos atónitos escucharon aquella luz hecha palabra: “Vete mujer, tus culpas te son perdonadas”. María quedó turbada desde entonces, había visto al Amor y se sintió por aquel Amor obligada a sabiendas que a ese tipo de Amor ni con todo el Amor del mundo se paga, sencillamente por que su Amor no era de este mundo. María su consagró al Amor en cuerpo y alma, le entregó la flor de castidad de su silencio íntimo, fue todo oído de alabanza , se convirtió en humilde sombra y se abrió un hueco donde nadie advertía su presencia más que El , que una noche la tomó por ejemplo, perdida en el deleite de ungir los pies sagrados del maestro con perfumado aloe cubierto por el manto sedoso de su pelo: Mientras vosotros bostezais en el cenáculo sin apenas entender el significado de mis parábolas, esta mujer alivia mi cansancio con unción. La mujer que era capaz de traducir hasta los más recónditos pensamientos del hombre, no intercambió una sóla palabra con Jesús, porque sabía que el Amor no tenía más que un verbo, Amar en su nombre.

miércoles, 7 de marzo de 2012

SALOME...a tí mujer

… por lo que te debo. Mil años que yo viviera, no bastarían para pagarte y saldar la cuenta que tengo pendiente contigo. Escribo en el albor de la verdadera pascua, en el umbral de los días que marcan la hora exacta del gozo, mirando el reloj de la vida en tu pulsera hacendosa –mujer- ¡que te diría! Para resumir en una estrofa los versos de aquel bolero: “gracias, por haberte conocido”. Quizás no encuentre el modo, pero sé lo que quiero; lo que quiero es encender la luz apagada de tus ojos; ojos de Salomé, que esconde en su mirada la vidriera nublada de María de Cleofás; la congoja asfixiante de una Magdalena al pié del calvario de la vida. Sé que te faltan las fuerzas, que los espinos horadan tus sines provocando el dolor de la adversidad en tu cabeza, que el peso de tu cruz es aplastante, que la esponja de hiel reseca tus labios y avinagra el humor de tus palabras. Cansada de darte por entero a los demás, no guardas prenda en ti para tu talla. Treinta monedas tomo prestadas a Judas, para empezar a pagar mi penitencia; mi pecado de treinta primaveras intentando encerrarte en un mundo que no es de este mundo; un mundo que no te pertenece, porque sabes -mejor que nadie- que pasa como una exhalación y deja aquel vacío de triste realidad que aguarda al hombre. ¡Que te diría! Para hacerlo más fácil, para tocar la fibra de tu coraza fría…ya sé –cariño- mi dedo en la llaga como el Santo Tomás que necesitas para ver y creer…ese ingrato cariño que despilfarro a ciegas perdido en el laberinto inmarcesible del misterio de la vida, cuando las bellas artes convierten la ciudad en paraíso que dura el frenesí de una Santa Semana. Pero te juro que sólo a ti te veo bajo el palio de esta luz que me encandila…que tu eres la mañana de Reyes de mi domingo de Ramos; la sensación indescriptible del beso en sus manos, que son tuyas, cuando adivino el alba en tu mirada de fe por excelencia. Déjame ese minuto de poder y de gloria, esa ráfaga cómplice que arrebata tu ser, compartirla contigo, indicarte el camino –igual que Juan- se afana en mostrarle la calle a la Amargura. Sé que es mucha arrogancia, pero es otra manera de llegar al Amor, también crucificado en el árbol podado de la vida. Mi secreto –dejamé que te diga- eres tú…despojado de todas mis ataduras, con los piés en el suelo y la mirada al cielo donde imploro esa luz que ilumine el caiz de tu sonrisa.





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miércoles, 29 de febrero de 2012

CRUZ CANDELARIA



Sale por las intenciones

de tantas penas cargadas

al hombro donde se aferra

la Salud de nuestras almas,

viene abriéndonos las puertas

de misericordia en andas

cuando la tarde serena

recorta por las fachadas

su silueta nazarena

con su Cruz de Candelaria.


La altura ha vestido el cielo

con raso de inmaculada

el sol por las azoteas

dejó su puesta tallada

en la airosa crestería

de la alhondiga encantada.

Entre un reguero de cirios

su figura se elevaba

en los hombros fidedignos

con su Cruz de Candelaria.


Primer lunes de cuaresma

que Sevilla transmutaba

en piadoso Martes Santo

de Vía Crucis por la alfalfa

sin túnica nazarena

ni esparto, ni cola blanca

idéntico sentimiento

alumbrando la medalla

que va luciendo en el pecho

la Cruz de la Candelaria.


La luz del recogimiento

entre nebulosas salvas

de incienso, van descubriendo

la dulzura de su cara.

aromas que nos desvelan

las mercedes que derrama

su imagen conmovedora

que al verla se nos escapa

en la esencia inabarcable

de su Cruz de Candelaria.


Cierra con broche de estrellas

la noche por donde avanza

y le rinden pleitesía

con honores de ordenanza

un consistorio de azules

que en esplendores lo abrazan

bajo marco incomparable

que a la belleza destaca

con la humildad infinita

de su Cruz de Candelaria.


Y así se nos va perdiendo

entre oración y plegarias

por las naves de la Seo

que su perfil agiganta:

en cada estación un gesto

de Salud y en la mirada

el Perdón para este pueblo

que echa al viento las campanas

del fervor ante el portento

a los pies de la Giralda.


Todo resulta de ensueño


cuando ya de vuelta a casa


la Santa Cruz presta acervo


al cromo de la Alcazaba.


Estampas para el recuerdo


la Plaza de la Alianza


con la luna de por medio


testigo de la alabanza


que a San Nicolás regresa


sembrando Salud y gracia


por el camino surcado


por su Cruz de Candelaria.


martes, 21 de febrero de 2012

La luz en cuarentena




Desde que el hombre encendió la llama en su corazón, no ha dejado de buscar. Tras los días grises y fríos de su estepa transhumante, buscó la playa de arenas tibias donde el pan y los peces se convirtieran en milagro para saciar su hambre. Buscó en los entresijos de su memoria el verde de un paraíso que olía a yerba. Había oído la palabra de un Dios que le hablaba de una tierra prometida, cuando apenas los días se pasaban por filos de espada. Había creido soñar o quizás soñado creer, que era posible la vida en un lugar bañado por el río grande. Perdido y desesperado en el desierto, gritó un nombre de mujer –virgen e invicta- cuya belleza, había doblegado imperios y reyes. La llama de su corazón propagó un fuego instantáneo que redujo a cenizas todas sus dudas. "Soy lo que buscas y además poseo lo que deseas, sólo debes creer en mí más allá de lo que vean tus ojos". Cuarenta días estuvo el hombre persiguiendo la tentación de aquel susurro; cuarenta noches velando con su fe, tan misteriosa imagen.
Ya en las primeras horas, se abrieron sus sentidos como los gajos de una diminuta flor, cuyo intenso pistilo reflejaba colores de paz en el azul del cielo. "Pídeme lo que quieras y te lo concederé."
Sólo quiero la luz que incendiaba las estrechas calles donde corría de niño y el olor de los reverdecidos naranjos preñados de la efímera flor del azahar…porque no sé si lo soñé o fue cierto, pero conservo en mi alma su vago recuerdo.
La luz se abrió paso entre las sombras, suspendida en el aire y brotaron palabras olvidadas escogiendo el camino más corto para despertar la memoria del hombre. Reconoció al Señor echo hombre, en la portentosa talla que sólo Dios pudo inspirar en un hombre. Subió a su altar solemne por la escala de fiebre y delirio que ordenaban los cultos de regla. Besó con unción la espiral de un talón de Aquiles convertido en el Gran Poder donde reposa el mundo. ¿Todo eso me darás si te adoro? –preguntó el hombre conmovido- ."Todo ello se te ha dado desde el principio y ha salido de ti, porque tu eres parte de mi obra".
Hay un momento en que esa luz que todos creen atribuida a mi especial encanto, goza de una cuarentena exclusiva para los que en mí son privilegiados, quien la percibe esos días, comprenderá que la vida es una semana y hay que gozar cada instante de vísperas como si fuera el último cirio que ilumina el camino. Sólo así, podrás reconocer como nueva, la vetusta silueta del peresceve y estrenar cada año –como si fuera el primero- la antigua ilusión que mantiene encendida la llama en el corazón del hombre.

"Pide, pues lo que quieras y te lo concedere´"

martes, 14 de febrero de 2012

Un nazareno de los Gitanos

-Especial 75 aniversario de la hechura de María Stma. de las Angustias.

¿Habrá algo más flamenco, que un nazareno de los Gitanos?, que se lo pregunten sinó, al capataz poeta, D. Alberto, elde la canela y clavo. O a D. Antonio R.Buzón, cuando adivinando el alba de un nuevo día, nos pregonó como nadie a la cofradía Gitana, la de la sal y la pimienta. ¿Habrá algo más flamenca que esa túnica que vistió el abuelo, que pasó al padre, que heredó el hijo y que ahora espera llevar el nieto con tanta ilusión. Porque el que nació por San Román, aunque luego se viese obligado a abandonar el barrio buscando "calidad de vida", nunca olvidará que creció junto al Señor de la Salud, el Dios moreno, el mejor de los vecinos, como nunca olvidará a su cura de barrio; el bueno de Don Crescencio (valiente nombre), sí hombre, aquel que visitaba a los feligreses que estaban enfermos en su propia casa y se sabía el nombre de todos nosotros y nos colaba por la sacristía para ver en la madrugá del jueves santo, como le ponían las flores a los pasos. Ay...aquel paso del Señor, el de los candelabros con más garbo de Sevilla, el de las cartelas blasonadas y los angeles mancebos gitanos benditos con atributos sacramentales, que afortunadamente aún conserva la hermandad. Tantas fotos de familia -de todas las edades- delante de aquel paso que parecía dorado con oro de 24 kilates, venticuatro kilates de sentimiento, toda una vida con la hermandad que nos pellizca el alma, la más flamenca, la más juncal,  la de mayor temperamento y casta,  por eso duele tanto como emociona. Cada mañana del Viernes Santo, ver venir al Señor de la Salud, perdido entre las brumas del alba, es como volver a encontrarse con el abueno nazareno que nos daba caramelos y envolvía bajo su capa, es verse reflejado en los ojos transnochados del relevo generacional que hoy viste con orgullo aquella túnica y sentir la inmensa satisfacción de que alguien que lleva tu misma sangre, ocupa un sitio de privilegio, bajo las trabajaderas más flamencas del mundo.  ...Tu eres la honra de nuestra raza y bendito es el fruto de tu vientre: JESUS DE LA SALUD (Alberto Gallardo)

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