domingo, 31 de marzo de 2013

"Detalles y crónica de la Semana Santa 2013"




CRONICA DE LA SEMANA SANTA 2013.-
 
DE lo que ocurrió en La Madrugá, la llamada noche más hermosa de nuestra Semana Santa, responden las imágenes que nos llegaban en directo desde la tv pública o local, porque en este caso concreto, las imágenes valen más que los mensajeros y las miles de palabras, opiniones, elucubraciones y disquisiciones, vertidas por los miles de pontífices de la información vía Ifhone, twiter y demás redes sociales. Parece ser, que el retraso que se produjo en la “pasarela Campana” -que casualidad- no fue provocado por ninguna de las hermandades llamadas de colas, otra cosa es que el palio de la Esperanza Macarena, estuviera a punto de romper el hechizo de la antológica saeta cantada por Manolo Cuevas y Antonio Santiago decidiera no tocar el llamador y otra muy distinta que la Esperanza de Triana -consciente de las predicciones metereológicas que anunciaban la llegada del frente de las 7 de la mañana-, se gustara y nos deleitase a todos con su majestuoso paseo por el mal llamado corazón de la ciudad, en perjuicio -como siempre- de la cofradía de los Gitanos. Y en esto llegó el Señor de todas las razas, avanzando hacia el palquillo a paso mudá soberano y humilde, a los sones proféticos del “perdona a tu pueblo Señor”. En esos momentos, uno hubiera querido poseer el don de la ubicuidad, para contemplar la explícita anatomía del Cristo del Calvario, cambiando esta vez los cromados cobalto del cielo, por un pertinaz aguacero que bruñía sus labradas carnes y ponía a su ejemplar cuerpo de nazarenos, pingueando en alpargatas. Y al mismo tiempo, contemplar, como el Señor, tornaba los trinos de los vencejos de San Lorenzo en paso mudá vertiginoso para alcanzar su Basílica. Pero nos quedamos con la estampa inédita, aunque nunca deseable, de ver marchar al Señor de la Salud, rumbo a la anunciación, entre un abigarrado bosque de capirotes morados, que se mezclaban, en un orden caótico sin precedentes, con los nazarenos del Señor de la Sentencia, solidariamente, mientras al fondo se vislumbraba el paso de misterio, entrando precipitadamente en la sede de la cofradía del Valle. Poco antes, la Esperanza Macarena, también había hecho historia, refugiándose en el Salvador. Mientras que las hermandades de los Gitanos y la Esperanza de Triana, decidían pernoctar en sus respectivos cobijos (esta última con sus pasos en la Catedral), hasta nueva orden, la Hermandad de la Macarena decidía, poco antes de las diez de la mañana, volver a su Basílica por el camino más corto y así lo hacía, regalándonos el momento incomparable de ver salir su primoroso palio desde la Plaza del Salvador, convertido en el templo del Amor y la Esperanza. Poco más puedo narrar de una madrugá rota, que nos dejó el buen paladar de lo más exquisito, pero insatisfechos por bellos insólitos y provechosos momentos que nos ofreciera el regreso acelerado de la Virgen de Sevilla a casa.
El Viernes Santo tarde, se cumplieron los pronósticos más indeseables, impidiendo la Salida, hora tras horas, de todas y cada una de las augustas cofradías que lo conforman, hasta agotar el último resquicio de nuestras ilusiones con la suspensión de la cofradía de Montserrat. Que le vamos a hacer, nos queda el consuelo de la visita a los templos multitudinaria, para contemplar la clave del barroco resumida en las sagradas carnes del Cachorro y todo el romanticismo que rezuman las distintas hermandades que integran tan imprescindible día de nuestra Semana Santa.
Aún nos quedaba el Sábado Santo, para exprimir nostalgias e ilusiones contrariadas. La Trinidad nos prestaba todo el aroma a barrio y ronda a los sones de las mejores bandas de cornetas y tambores, como anunciando que siempre nos queda la Esperanza. Tengo la sensación que el misterio del Sagrado Decreto, continua desconcertando al público espectador en general, por su difícil e incomprensible puesta en escena. No deja de ser espectacular el paso del Santísimo Cristo de las Cinco Llagas, que lucía la talla al completo de su canasto y respiraderos con la firma de los Hermanos Caballeros, aunque algunos nostálgicos sigamos lamentando la pérdida de las anteriores andas. La Esperanza de la Trinidad, una de las Dolorosas más logradas de la Semana Santa, lucía esplendorosa en su portentoso palio, palio donde el que suscribe, deja su beso de despedida, acariciando levemente sus magistrales respiraderos -todo una debilidad-. Debilidad la que sentimos todos por la cofradía Servita, el sueño que Dubé de Luque, diseñó para enriquecer el joyel de la Semana Santa de Sevilla; una cofradía especial, única e imitada para hacer escuela, desde su cruz de guía hasta el preste revestido. Difícil de describir el conjunto de la Virgen de los Dolores con el Cristo de la Providencia en su regazo, sobrecogedor, imponente y plagado de distinción, lo mismo podíamos decir del Palio de Cajón con originales bordados, que cobija a la Dolorosa de la Soledad, para terminar con el añadido de sus dos cuidadas bandas de música y su escogido repertorio. En cuanto a la hermandad del Santo Entierro, ya sabemos que sin dejar de ser una hermandad que experimenta cierto crecimiento en los últimos años, no deja de ser un desfile institucional de Autoridades civiles y militares, con todo lo que ello conlleva en cuanto a críticas en la calle. Soberbio e imponente el paso neogótico de la Urna y digno de contemplación el misterio del Duelo que preside la meritoria imagen de la Virgen de Villaviciosa, rodeada de magníficas imágenes de Astorga, ataviadas con singulares bordados decimonónicos. La Soledad de San Lorenzo, pone el punto final y el contrapunto nostálgico de la Semana Santa más clásica, cuando las puertas de su parroquia sirven de pañuelo para enjugar los suspiros en forma de beso de despedida y salud para el año que viene. Ya que ni siquiera la lluvia anunciada, nos dejó disfrutar del epílogo que firma la blanca hermandad de la Resurrección de nuestro Señor Jesucristo, en la Aurora de esa mañana que ya sueña con una nueva y más afortunada Semana Santa 2014.





Casi todos los cofrades, dábamos por perdonada la trastada que nos estaba jugando el tiempo, cuando amanecimos el Jueves Santo, contemplando el sol tras los cristales. A las nueve en San Lorenzo, estaba el que suscribe, para dar gracias al Señor que todo lo puede. Un placer admirarlo a esas horas de escaso público y recrearse en su sobrecogedor semblante, todo un encanto gozarlo para tí solo, siendo tan nuestro, tan de todos los que iban a gastar con sus pisadas la alfombra roja de las incontables visitas. El Señor no necesita nada, pero que elegante lucía con esa túnica más azul que morada en sus portentosas andas “Gijonescas”. Que decir del palio majestuoso que cobija a la Virgen del Mayor Dolor y Traspaso ¿la gran desconocida?, pues me resulta imperdonable perdérsela. Media hora más tarde, ya había cola en San Antonio Abad, para recrearse en la magistratura del Silencio, Jesús Nazareno envuelto en un halo de luces para la ensoñación, mientras que la vista no atiende tanto esplendor a la vez, como implica la pura Concepción de esa Dolorosa exornada de azahar. Comenzaban a abrirse las puertas del Salvador -verdadero templo de la luz- con la indescriptible imagen del Señor de Pasión presidiendo el monumental retablo. Solo puedo decir que el Señor es mi Pasión, que había que rendirse a la evidencia de tanta perfección en la estética y en el plante de esa túnica de cardos que ha hecho las delicias del público espectador, tanto como el asombroso monte de flores silvestres con el detalle de la calavera, que hacían que el Señor, alcanzara dimensiones oníricas.

Casi sin solución de continuidad, entrar en la iglesia de la Anunciación y encontrarte con las espaldas del Señor con la cruz al hombro, es como seguir soñando sin dar crédito a lo que nos espera y uno no puede más que quedar prendado y prendido de la suntuosidad que irradiaba el cortesano paso de los “espejitos”, en todo el esplendor de su feliz restauración y continuar gozando con la piedad y compostura del misterio de la Coronación de Espinas, para rendirse ante las soberanas plantas de la Virgen del Valle bajo la antigua prestancia de su inmejorable palio, musitando aquello que cantaba el poeta: “Venía la Virgen llorando”. Después de un tiempo para reponer fuerzas, uno va contando las horas que faltan para ver en la calle -después de dos años- el imponente misterio de la Exaltación (mis caballos de toda la vida), me pareció ver ese canasto, relucir como el primer día, por la calle del mismo sol que salía a recibirlo, con el otro sol musical de su banda, tocando los clásicos. Que decir de la Virgen de las Lágrimas, bajo un palio digno de ser declarado monumento al clasicismo de los mejores bordados. Mientras la cofradía se perdía por los callejones de Santa Catalina, en la anchura de Imagen, el sol tibio esperaba al Cristo de la Fundación, siempre sobrecogedor con ese calvario de flores -de cuyo nombre no puedo acordarme- que sin hacer juego con su austera canastilla, resultaban de lo más estético por originales. La Virgen de Los Angeles, bajo su suntuoso palio albiceleste, lucía espléndida, tanto como nos dejaba asombrados ante su exquisita manera de andar, según el buen mando de Antonio Santiago. Cada vez disfruto más con el paso del cortejo de la cofradía cigarrera, por Dos de Mayo, aunque con la ausencia de los dos últimos años, había más bulla de la esperada. La Virgen de la Victoria, no necesita presentación, es un deleite para nuestros sentidos, en todos los sentidos de su deliciosa y recogida belleza. ¡Que manera de relucir ese Palio! que veía la luz restaurado, un auténtico portento, patrimonio de el arte inmemorial cofrade y monumento rigurosamente declarado como nacional. Después ir en busca de la cofradía de Montesión, se hizo un auténtico calvario, habida cuenta la multitud ávida e ingente que llenaba las calles, formando bullas que recordaban a la de los felices años´80. Hablando de los años 80, el exorno floral de algunos palios en las esquinas, también recordaba aquellos tiempos. Por último, ya exhausto, por la bulla que me cogió a la salida del Valle, en la confluencia Cuna-Orfila, para contemplar a Pasión -mereció la pena- ver venir, el armonioso conjunto del palio de la Merced a los sones de la Oliva de Salteras, algo histórico de vivir, para ya de regreso a casa, vislumbrar el impresionante misterio de la Quinta Angustia, en la máxima expresión del barroco en movimiento, por la Plaza del Triunfo.

Del Martes Santo, mejor pasar página, meses y almanaque e invocar la manida frase de “otro año será”, porque uno no quiere ni pensar que batamos el récord de los tres años seguidos y aún peor, alcancemos la plus marca del Viernes Santo tarde. Lo mejor, la decisión rápida de las juntas de gobierno, que contaban con la suficiente experiencia y memoria de no hacer sufrir indebidamente a sus respectivos cuerpos de nazarenos.
Del Miércoles Santo, mucho se ha hablado, tanto como las avenidas de tinta derramadas por los sanedritas de la prensa morada, los pseudo-informadores -entre los que me incluyo y los desinformadores en general, peritos en echar leña al fuego. Las predicciones metereológicas se cumplieron casi a rajatabla, pero ahí el dilema, para curarse en salud, como afirman los profetas del comentario televisivo local, lo mejor es mirar al cielo y si no llueve a su hora, salir a la calle, como lo hizo la joven cofradía del Carmen Doloroso, dada cuenta que el volumen de agua registrado, era infinitamente inferior al lucimiento del misterio de las Negaciones de San Pedro por la cuesta del Rosario. Todo lo contrario que le sucedía a su hora de salida a las cofradías tempranas del barrio de Nervión y San Bernardo, pobladas sus respectivas plazas de molestos paraguas. La hermandad del Buen Fin, cauta y prudente, se fió de los partes que manejaba y acertó con reservas. El Baratillo pedía una hora de expectativa, comprimida en los aledaños del coso maestrante, en la seguridad de echarse a la calle, tanto por cercanía de templos y facilidad de recorrido. El Cristo de Burgos, también retrasaba su salida prevista y le echaba valor a su conmovedora y ejemplar estación de penitencia. Las Siete palabras se unía al esplendor amenazado, poniendo sus tres pasos en la calle San Vicente y por último la hermandad de los Panaderos ponía el broche de oro a la posible salvación del Miércoles Santo. Cuando todo parecía a flor de miel, apareció la lluvia tan inesperada como anunciada. Con todas las cofradía citadas en la calle, la improvisación no se hizo esperar; nervios en el Baratillo, que descompuso su cortejo en tres partes (según cuentan los cronistas del llamador), algunos nazarenos del palio de la Caridad, volvieron sobre sus pies, buscando a la Virgen que se encontraba, en aquellos momentos en la Catedral, mientras que otros, adelantaban camino a marchas forzadas hacia el Postigo, a la vez que la Piedad, ganaba su capilla en dos largas chicotás. La cofradía del Cristo de Burgos, siguió su camino, impasible y metódica, por el camino más corto, sin descomponerse en ningún momento, aunque aligerando el paso y dando testimonio de su austeridad y perfección procesional. Del mismo modo, discurría, por carrera oficial, la hermandad de las Siete Palabras, logrando que la incipiente llovizna, le imprimiera al admirable nazareno de la Divina Misericordia, el mismo halo romántico y clasicista del misterio decimonónico que le sucede. En esto llegó la decisión más arbitraria y desconcertante de la noche, la de la hermandad de los Panaderos que decide -sobre la marcha- en plena plaza del Duque, la suspensión de su estación de penitencia y lo hace, supuestamente, sin rehusar a su paso por Campana con el lucimiento y la coreografía que caracteriza a su portentoso paso de misterio. En este punto la imaginación y el espíritu cronista, que como el metereologo, todo sevillano llevamos dentro, vuela a su albedrío y permite todo tipo de comentarios y críticas: Todos los que hemos contemplado las imágenes cedidas por la conocida televisión local, coincidimos al observar la cruz de guía de los Panaderos, cruzar de campana hacia Villasís-Orfila, que el paso del Soberano Poder en su Prendimiento, iba a su bola, ajeno al discurrir´acelerado de los nazarenos que le precedían, provocando una situación caótica e incierta, en la que el capataz, arengaba a sus costaleros, contrariamente al “paso mudá” que requería el momento, permitiéndose el lujo de dedicar la levantá ante el palquillo, al tiempo que banda y paso se lucían como suelen hacerlo cualquier Miércoles Santo en circunstancias más favorables. Por otro lado, resulta al menos “curiosa” , la aptitud de los miembros del C.G.HHCC, que asisten atónitos y embobados al lucimiento del misterio, ajenos por completo a la lamentable situación en la que se encontraba la Hermandad de la Lanzada, totalmente comprimida en plena calle Cuna, con su Cruz de guía apostada en el cruce de la discordia. Lejos de deshacer el entuerto con la diligencia y prestancia que requería el incidente, vemos que el paso del Soberano Poder, hace amagos por acelerar su marcha, pero en un querer y no poder-queriendo, se sigue gustando y aligerando al mismo tiempo, aduciendo razones de la bulla que se había formado delante de sus andas. No acaba ahí el problema, cuando presenciamos el palio de la Virgen de Regla, entrando en Campana, marcha tras marcha, a los sones de su banda de música, aunque en honor a la verdad, reacciona en sucesivos amagos de “paso mudá”, sin perder la comba de la música, lo cual provoca en la misma esquina de Orfila, la crispación de la Cruz de guía de la Lanzada -allí hubo sus más y sus menos, pendiente de ulterior análisis y consideración, a tenor de exigir posibles responsabilidades- y lo que es más indignante, se produjo una “pitada” histórica, que me atrevo a decir, nunca estuvo dirigida, al Palio de la Virgen de Regla y su bendita imagen, más bien, fue ocasionada en beneficio de la situación angustiosa en la que se encontraba el cortejo de la hermandad de la Lanzada. Vamos a dejar las cosas así, sin echar más leña al fuego y a la espera de que se depuren responsabilidades o se entone el “mea culpa” por parte de los máximos responsables de tan lamentables incidentes, aunque las preguntas que todos nos hacemos, nos hagan mordernos la lengua, para evitar el veneno que amenaza, desde su mismas entrañas la Semana más grande de Sevilla. No quiero ni pensar que todo termine como el vergonzoso capítulo de las “carreritas” del año 2000, donde todos sabemos lo que pasó, pero nadie asumió sus respectivas responsabilidades.
continuará


También la crisis, pasó factura a la Semana Santa de este año. En lo económico, muchos abonados se tuvieron que ver forzados a vender sus sillas y las que otros pusieron a disposición del Consejo, me consta que no fueron, ni vendidas -ni lo que es más grave- adjudicadas a los muchos demandantes que solicitaron las mismas, cosa de la cual debería responder el máximo organismo de HHyCC con transparencia y rigor que exige el tema.

El Domingo de Ramos, amaneció tan puro y diáfano como los habíamos soñado. Sol para iluminar el porvenir, dándole la bienvenida a la primera Cruz de Guía que asoma por nuestras calles y luces y sombras para tejer los reflejos del transparente palio de la Virgen de la Paz. En el tiempo que dura una chicotá, el Señor Despojado de sus Vestiduras, pasó del esplendor a la penumbra; del éxtasis, en su magnífica revirá -Rioja-Velazquez- al tormento de la lluvia que lo hizo cruzar Campana a paso mudá, buscando el cobijo hospitalario de la Anunciación, mientras que el remozado palio de la Virgen de los Dolores y Misericordia, sufría el mismo dolor inmisericorde del diluvio primaveral, tras su bendito Hijo. La Borriquita, después de lucirse en una Plaza del Salvador atestada de ilusión y sentimiento, buscaba por la calle Sagasta el refugio de su poblado cortejo de infantes, sin dar crédito a volver sobre sus pasos a la misma colegiata. Un ejemplar cuerpo de nazarenos blancos, aguantaban estoicamente en la embocadura de Tetuán, tras su cruz de guía, mientras el Señor de la Victoria cubría con un capote su estrenada túnica, a la espera de cobijarse en el arquillo del ayuntamiento, al tiempo que la Virgen de la Paz encontraba refugio bajo el arco del Postigo. Desolador, fue contemplar el cuerpo roto de los nazarenos del porvenir, buscando la Catedral, bajo la inclemente llovizna y emoción en los rostros cubiertos de los niños nazarenos que no querían abandonar a su cofradía, ni aún en presencia de sus padres. La Hermandad de la Cena, también sufría los estragos del agua, volviendo sobre sus tres pasos protegidos con los tan útiles como antiestéticos plásticos. Las aguas se tornaron mar de lágrimas en la Plaza Carmen Benitez, cuando la hermandad de San Roque, decidía, no poner sus pasos en la calle. La Estrella apostaba por su condición valiente y pedía un receso para salir con ciertas garantías, mientras que el Santísimo Cristo de la Buena Muerte, no quería dejar sólo -como el pasado año- a su cuerpo de nazarenos y se mojaba de vuelta a San Julián, entre aplausos de emoción y lágrimas de despedida en los ojos de su barrio. La Amargura, siempre prudente y fiel a sus principios, decidía no salir y el Cristo del Amor, corrió la misma suerte, mientras se secaban las túnicas de su párvula cantera. Así el Domingo de Ramos, nos dejaba con el alma en vilo de unas imágenes inéditas, tan tristes como bellas, en la vuelta de Jesus Despojado hacia Molviedro y la Paz iluminando el Parque con su candelería encendida al acompleto, con la boca abierta, contemplando la única Estrella que lució en la tierra de su cielo, haciendo cumplir el dicho de “no hay sueño sin Estrella”.

El LUNES SANTO, amaneció aún peor que el Domingo, pero la temprana hermandad del Polígono de San Pablo, se encargó de enmendarle la plana al tiempo, desafiando, cualquier amenaza de lluvia. Tres años sin cofradía serían irrecuperables para un barrio que la vive como su día grande. Lo mismo sintió y vivió el Tiro de Línea con su Bendito Cautivo de la elegancia y se echó a la calle, poniendo el sol radiante del palio de la Virgen de las Mercedes, donde brillaban las nubes - “al cielo con Ella”- y con todo el Lunes Santo que se contagiaba de esplendor en el huerto de los olivos de Jesús de la Redención y llenaba de gracia, con su Rocío, una abarrotada y ansiosa calle Santiago. Quien puede contener los anhelos que suscita el Soberano Poder ante Caifás, como no podía ser menos, San Gonzalo apura su tiempo de prórroga y se echa a la calle con el izquierdo y su apasionante coreografía por delante. Una ingente multitud, copa las calles desde Triana hasta el corazón de Sevilla, donde se dispone a salir, la siempre impresionante hermandad de Santa Marta con su prodigioso e imponente misterio del traslado al sepulcro. Después por efecto dominó, el día rehace la tarde, que aunque fría y encapotada, abre las puertas al cortejo, siempre seráfico, austero y ejemplarizante de Vera Cruz, con la joya, que convierte a las Tristezas de María, en un auténtico portento de belleza recogida. La calle Alfonso XII, se comprime y no cabe un alfiler, para contemplar el majestuoso paso de Jesús de las Penas y el no menos conmovedor y portentoso palio de la Virgen de los Dolores, cuando ya Sevilla se convierte en noche expuesta en el museo itinerante del Santísimo Cristo de la Expiración y la Virgen de las Aguas, novia de los pregoneros. Por el postigo retumba el sol de las cornetas y tambores que acompasan el rutilante misterio del Santísimo Cristo de las Aguas y la Virgen Niña de Guadalupe, luce espléndida, al compás del acertado repertorio de las clásicas marchas procesionales. Parecía mentira, pero se salvó el Lunes Santo, mientras daba fe de ello San Pablo recibiendo a su cofradía.
continuará...


martes, 19 de marzo de 2013

A las puertas del AMOR

Vuelve El Amor, como el agua a regar los naranjos dormidos. El Amor interior, el que es sabia ascendente y desboca en las ramas sus gajos perfumados. Vuelve El Amor que a este Valle de Lágrimas prestó el auxilio dulce del maternal Socorro. El Amor sin presunción, desnudo y entregado, ausente del Dolor, libre de sufrimiento. Ese Amor que te empapa, te conmueve y dispersa, te eleva hasta el Calvario de la infinita entrega. Vuelve El Amor y nos devuelve a todos a su sitio, diestra del Padre, la nave del Divino Salvador donde lo descubrimos andando a la deriva hasta alcanzar la viva llama de su Faro, norte de devoción, sagrario del Socorro. No sabe el corazón, cuanta falta nos hace que vuelva en esa noche de Amores encontrados su horizontal silueta bañada por la luna, entre cirios tinieblas y brumas perfumadas, Cabeza portentosa sobre un mar de costeros, el arbol de su Cruz navega hasta el buen puerto, su Amor quedó enjugado en paño de Verónica, se agita con la brisa como un adiós sentido. La calle que lo espera es Cuna consagrada, que tiene a la Giralda -testigo enamorado- el pecho se le abre de besos y oraciones, parece que destila Amor por su costado. Bulle la Plaza enchida de respeto y silencio, vestida con sus galas de Domingo de Ramos, vuelve el Amor, ya sube la rampa se estremece ...un rachear antiguo, anuncia que ha llegado.

miércoles, 6 de marzo de 2013

Nazareno de Luz

 
Erase un “nazareno de luz” que se echaba a la calle, que pasaba mañanas y tardes retratando un milagro a voces que todos contaban y muy pocos podían ver. El nazareno de luz, era capaz de acrisolar el aire en su cámara y transformarlo en soplo de brisa que hacía brotar la flor primera del naranjo. En medio del ruido, caminando entre la rutina, el nazareno de luz, se abría paso por el desierto de la vida para mostrarnos que “no solo de pan vive el hombre”. Sus pasos cruzaban en silencio, los dinteles de los Templos, su cuerpo estremecido por la emoción, se sumergía en la penumbra de las naves, para mostrarnos el alma de lo que no se vé y captar el espíritu de las cosas que por cotidianas, no nos parecían tan bellas hasta que las contemplábamos reveladas en sus fotos. Fotos de luz y colores apagados por las neblinas del sueño a escala del gris intemporal que hace que la realidad del momento nos parezca escapada de otros tiempos. Donde había muerte crucificada, nos mostraba la fuente de perfección del Amor hecho arte por amor al Arte; donde las manos se apretaban con cordeles y el hombro se quebraba por el peso de la pasión, nos señalaba un magnífico altar sembrado de cirios que en perfecta geometría rendía culto solemne ante sus dulces plantas. Nazareno de luz que allanaba un camino perfumado de blancos claveles, camino de altura, donde el dolor, la pena y el llano se convertían en belleza de mujer bendita entre todas. Y asi iba marcando los cuarenta días con su cirio de luz –gota a gota- atrapando en imágenes la creación del sueño. Pocos sabían como él visualizar las maravillas que nos brindaban esos momentos: el rayo que se filtra por las vidrieras del ábside y la salva de incienso lo descompone en iris; el beso furtivo del sol bañando las espinas en plena protestación de fe; el ángulo oscuro donde duerme el esqueleto de una parihuela; el encuentro fantasmagórico con la primera “mudá”; el piadoso recogimiento en la esquina de una noche que refleja la silueta de un Cristo en las paredes del Vía Crucis; estampas cotidianas que renacen en la ilusión del más grande de los niños cuando pasa bajo la meta volante de los “capirotes” que anuncia la Puerta de Carmona. Este nazareno de Luz, retrató la Cuaresma mejor que ningún miércoles de ceniza, nos la brindó con sencillez de mira y hondura de calle, nos enseñó que el río más grande puede ser el agua estancada en el suelo, cuando sirve de espejo a la Giralda. Ërase un “nazareno de Luz” que el viernes de Dolores enterraba su cámara tras recorrer el camino más corto de la memoria para dejarnos la huella en blanco y negro de los gozos vividos. Porque entendía –con buen criterio- que ahora había que vivir en todos los sentidos la realidad de una nueva Semana Santa.

sábado, 23 de febrero de 2013

El Secreto de la Roldana II

Excma. Sra. Tal y como teníamos convenido en nuestra conversación mantenida a sesenta días pasados y atendiendo a su ruego, pláceme comunicarle que obra en mi poder; Providencia firmada y rubricada por su Eminencia Reverendísima, Don Jaime de Palafox y Cardona, Arzobispo de Sevilla, por la que se viene a autorizar el permiso solicitado para…
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Una vez acomodados en el carruaje, el fraile mensajero, sentado a la derecha de Luisa Ignacia; los pasajeros se abandonaron a sus correspondientes “de profundis”; el religioso sumido en sus constantes oraciones y la hermosa Dama escrutando cada palabra entre líneas del pergamino tan esperado. Presa de una ansiedad febril, los latidos acelerados del corazón de Doña Luisa bombeaban su pecho con tal fuerza, que llegó a temer que el fraile se incomodara con los espasmos de su excitación, a Dios gracia atenuada por el crepitar de las ruedas contra el empedrado del pavimento. El sol alto de la mañana a media mitad de arena de la hora del Angelus, doraba el arabesco de la torre mudejar de San Marcos, lugar donde tenía arrendada la cripta que sirviera, llegado el momento ,para dar cristiana sepultura a su insigne progenitor. Ni la sonora algarabía de tratantes, mercaderes y rufianes que poblaban la Plaza de los Carros en su frenética actividad; ni el apabullante trajín de los pregones que vociferaban los comerciantes de abastos de la calle de la Feria, lograron distraerles de sus respectivos estados de abstracción. El Carruaje se detuvo en la fachada principal de la calle Andueza y dos guardias reales sirvieron de escolta a la Señora tan principal, seguida de Fray Jerónimo de Buenavista. La luz del mediodía realzaba el terciopelo azul de la lujosa capa, fruncida en la cervical a modo de capucha, cuyos ribetes de seda blanca recortaban el perfecto perfil de su rostro de abrumadora belleza. La egregia Dama tendió la mano al reverendo Provincial con un amago de genuflexión y éste incorporándola automáticamente, le impuso su bendición: "Sea bienvenida vuesa merced a esta bendita casa; veo que mis oraciones surten efecto por su aspecto tan saludable -Señora mía- espero que su insigne padre y resto de la familia, gozen de igual suerte. A Dios gracias, reverencia, contestó "la Roldana". Cruzaron los exquisitamente ajardinados patios de Farmacia, San Carlos, del Alcohol y de Cobalto, hasta alcanzar el del Recibimiento antesala de la Iglesia, por donde había correteado de pequeña en las períodicas visitas de aprendizaje que había efectuado al recinto de la mano de su padre para adquirir conocimiento y rendir admiración a los celebrados artistas que trabajaron en tan monumental obra; su avispada capacidad de visión, abarcaba cualquier detalle por insignificante que pareciese y en su mente privilegiada, revoloteaban las mariposas de aquellos nombres que Don Pedro habíale inculcado con fechas y apellidos tales como: Juan Bautista Vázquez, quien en las enjutas y sobre la clave del arco de entrada al Templo había esculpido los relieves de las virtudes teologales. Don Fadrique Enríquez de Rivera, fundador del Hospital según idea de su augusta madre, Doña Catalina de Rivera y su arquitecto mayor, Don Hernan Ruiz II...Una vez dentro de la Iglesia, Doña Luisa se esplayó en la contemplación del magnífico altar Mayor; ejecutado por Diego López Bueno, según diseño de Asensio de Maeda, admirada -una vez más- por el esplendor de las pinturas del insigne rondeño, Alonso Vázquez en su época de madurez creativa 1602. Pero donde realmente quería "la Roldana" centrar su atención -una vez más- era en la primorosa imagen de Nuestra Señora; la muy hermosa talla en su misterio de la Concepción, labrada en madera noble; vestida de lana encarnada y blanca y tocada con manto de tafetán celeste y escapulario del mismo color, guarnecido de encajes de oro, coronada por una presea de plata imperial, con sus rayos, estrellas y remates. Su padre le había contado apasionantes detalles acerca de esta magnífica imagen, a la cual profesaba rendida devoción, considerándola fuera de serie: Esta imagen, mi querida Luisa -afirmaba el venerable escultor- la dió de limonsna una devota y costó trece pesos escudo de plata y que su cabellera, perteneció a Doña Catalina de Rivera que la donó exprofeso. Luisa se santiguó ante su presencia, y oró durante unos minutos arrodillada en un reclinatorio forrado de damasco, seguidamente encendió dos velas de promesa e introdujo un par de monedas en su cepillo de cultos. Si vuesa merced, no tiene inconveniente, pasamos a la Biblioteca, para despachar sin más dilación los asuntos que nos ocupan. El Reverendo padre provincial puso sobre el acharolado tablero de la mesa de estudio, la providencia dictada por Monseñor Jaime de Palafox; "la Roldana" suspiró de satisfacción al leer el auto decretado, en el que se concedía autorización eclesiástica a favor de Doña Luisa Ignacia Roldán -escultora e imaginera de oficio- para que ejecutase los trabajos pertinentes relativos a la restauración, limpieza y estofado de la venerada imagen de Nuestra Señora de la Concepción, establecida canónicamente en la Iglesia del Hospital de las Cinco Llagas, vulgo de la Sangre...Disculpe, vuesa reverencia -interrumpió "la Roldana", sopena de parecer impertinente, ruego una vez más a su paternidad, renueve los votos de discreción conforme a la promesa que mantenemos entrambos sobre tan delicado asunto, que no debe de trascender de estos cuatro muros. ¡Señora!, acaso poneis en duda el secreto de confesión -le espetó el prelado- con cierto aire de indignación. Nada más lejos de mi voluntad -Reverencia- mis temores estriban únicamente en aumentar las contrariedades que sufre mi admirado Padre, abrumado por los continuos pleitos que mantiene con los Dominicos de Regina y otroras Cofradías, por escabrosos litigios sobre infundadas autorías y supuestas intervenciones, amén de las desavenencias personales que venimos padeciendo, al no bendecir Don Pedro, mi más que firme decisión de contraer matrimonio con el compañero de oficio, Luis Antonio de los Arcos. Descuide vuesa merced, que mi humilde persona estaría siempre en disposición de mediar entre su padre y vos, para encontrar la mejor solución apostólica a los susodichos problemas. Dios bendiga a vuesa excelencia, paternidad, por tan generoso ofrecimiento; pero me temo que la decisión ya está tomada de manera irrevocable, al haberme desposeido de mi correspondiente dote através de acta notarial, por lo que me veré forzada a abandonar esta Muy noble ciudad, rumbo a Cádiz donde tengo apalabrada carta de pago para la ejecución de la nueva Dolorosa titular de la Cofradía de la Soledad de Puerto Real, de ahí la premura por empezar los trabajos a la mayor brevedad posible sin despertar la menor sospecha.
Al día suigiente de la entrevista, fueron dispuestas y habilitadas sendas salas en la sacristía con las mejores condiciones de luz y temperatura posible, brindándosele a "la Roldana" plena y total libertad de acceso y horario expedito a su voluntad, cuidando denodadamente que nadie la molestara, salvo la puntual presencia de su hermana Francisca, que acudía a revisar los trabajos en su calidad de erudita en el arte del estofado y la encarnadura de las imágenes.
Cuando Luisa Ignacia Roldán se enfrentó cara a cara con Nuestra Señora, despojada de toda prenda y avalorio...
 
Son tantos los encargos que desarrolla la escultora en estos años de Cádiz y tan grande la maestría adquirida en todos los trabajos realizados, que dos años después marcha con la familia a Madrid bajo la protección del que era ayuda de cámara del rey Carlos II. El carácter de Luisa Ignacia es sensible y afectivo aunque también valiente y decidido, lo ha manifestado con la decisión de contraer matrimonio aún sin el beneplácito familiar. En estos años es difícil que una hija dé ese paso en contra de la familia. Ya en Madrid solicita la plaza de escultora real, presentando pequeños y deliciosos grupos escultóricos con la intención de conseguirla. Por fin obtiene el título en octubre de 1692, realizando la imagen de Santa Clara para el convento de las Descalzas Reales, obra que firma como escultora de cámara y esculpiendo también, por encargo del rey, su obra cumbre, el arcángel San Miguel con el diablo en los pies que se encuentra en El Escorial. El trabajo en palacio no mejora su situación económica, puesto que los impagos eran frecuentes. La artista tiene que recurrir a su firme carácter para recuperar el dinero que se le debe. (Notas Biografía de la Roldana.- Conocer Sevilla- Arte Sacro)
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Pero Luisa vive aparcada en el recuerdo de aquellos meses que pasó en el Hospital de de las Cinco Llagas de la ciudad que marcó su inspirada obra. Tiene grabada en su mente la mirada de aquellos misteriosos ojos descritos por el talento de su padre: ¿qué haría vuesa merced si le cupiera el honor de retocar –illos tuos misericordes oculos -absolutamente nada- mi querida hija, son sencillamente perfectos, únicamente añadiríale las cinco lágrimas (como las que dan nombre a esta sede). Quizás un leve, casi imperceptible frunce en el entrecejo que resaltara el halo de melancolía de quien conoce la embajada del angel de Señor y la profecía de Malaquias: “una espada de dolor te atravesará el pecho”. Y en cuanto a su perfil risueño y aniñado, Padre: ¿qué se le ocurriría a vuesta merced?. Acaso algún artista que se precie, osaría perturbar el misticismo que irradia su boca entreabierta, señal inequívoca de la que conoce el final feliz de su Divino hijo Resucitado…Ella es la más perfecta definición de María en su dulcísimo misterio de la Expectación et spes nostra,”.Noventa días después de iniciado los trabajos de restauración, la Virgen fue repuesta al Culto en solemne pontifical de acción de gracias, oficiado por el Reverendo Padre Provincial. No asistió a la ceremonia Monseñor Don Jaime de Palafox (apodado en Sevilla como el prelado de los cien pleitos), al fín y al cabo, que interés tanto social como corporativo, tendría la restauración de una Imagen establecida en la iglesia de un Hospital de extramuros, donde convalecían tantos enfermos portadores del temible virus de la peste que recordaba la terrible mortandad que había asolado a Sevilla en 1649. Luisa asistía a la ceremonia de incognito, ocupando uno más de los bancos situados en la nave del evangelio, junto con su hermana Francisca. Sin apartar ni un momento su mirada –entre sollozos- de la venerada Imagen, que lucía espléndida en el presbiterio con profusión de candelería y flores ofrecidas por los cientos de devotos que habían acudido de las huertas y caserío próximo a San Gil. Concluida la solemne ceremonia, “La Roldada” se dirigió hacia la sacristía para despedirse del Reverendo, agradeciéndole postrada de hinojos, los favores y trato recibido hacia su persona y rogándole –por última vez- de manera encarecida, que este secreto habría de reposar en la cristiana sepultura de ambos; a lo que el Provincial, visiblemente emocionado, contestole: Sepa vuesa merced, mi querida hija, que aunque no soy conforme ni convencido de la apariencia de Dolorosa que habeis conferido a la primigenia imagen, es obvio la calidad y esplendor que ha alcanzado en su nuevo aspecto y público notorio los plácemes y elogios que está recibiendo por parte del pueblo, por lo que podeis partir en paz con mi bendición y abrazo en Cristo extensivo a vuesa hermana Francisca y resto de su ilustre familia.
Conocedor de aquella imagen de Nuestra Señora, cuya fama, concurría de boca en boca, por quienes contemplaban su tan graciosa belleza; el benemérito cofrade, Don Felipe de Rioja y Núñez, que había costeado a sus expensas un altar en la Iglesia de San Gil, para la titular de la cofradía de la Sentencia de Cristo en 1670; invitó a los mayordomos principales de la susodicha cofradía –a la sazón- Don : Juan Linero Bravo; Gabriel Gonzalez de Salas e Isidro Antonio de Arguelles. a conocer la Imagen que recibía culto en el Hospital de la Sangre, con vistas a una más que posible adquisición de compra por parte de la Hermandad.
Así fue como la historia, barajó las distintas fechas, entre 1670 y 1.682, para que los más prestigiosos investigadores, sentarán sus distintas cátedras, acerca de la autoría de la que ha sido y será siempre, Reina y Señora de la devoción cofrade de Sevilla. Sin embargo, en un rincón del alma inmortal de Doña Luisa Ignacia Roldan –“la Roldada”, se escondería, celosamente guardado, el secreto que sólo el cielo debe a Sevilla.
Una tarde otoñal del año de gracia de 1699 -ya en sus últimos días de vida- la sombra de un insigne escultor, se prolongaba por la nave del baptisterio de San Gil, postrado de rodillas frente al altar de Nuestra Señora. Sus ojos cansados, bañados en lágrimas, reconocían en cada uno de los rasgos del rostro de tan venerada Imagen, la huella indeleble de aquellos consejos magistrales que única y exclusivamente había compartido con su aventajada discípula: “¿Qué haría vuesa merced si le cupiera el honor de retocar esos sus ojos tan llenos de misericordia?” -Unicamente añadirle cinco lágrimas- las mismas que derramaba amargamente, susurrando el nombre de Luisa, Luisa, Luisa...¡perdóname hija mía...perdóname, mi querida Luisa Roldana!

 

viernes, 22 de febrero de 2013

El Secreto de "La Roldana" I




El Reverendo Padre vertió un goterón de roja cera sobre el pergamino y lo lacró con el sello pastoral del dedo corazón de su mano derecha, seguidamente hizo sonar la campanilla de sobremesa. Apenas trascurrieron cinco segundos para que hiciera acto de presencia en su despacho su fiel y solícito secretario y asistente. “Pase hermano fray Jerónimo de Buenavista, es mi ferviente deseo, haga llegar esta misiva a Doña Luisa Ignacia Roldán, que tiene residencia en el taller de maese Don Pedro Roldán en la collación del Convento de Regina; con la condición sine cuane que pase por mano alguna que no sea la de la susodicha Señora y que vuesa merced de fé que ésta la recibe, sin mediar más comentario ni argumento que no fuere la aceptación con toda humildad de limosna en sufragio de las necesidades de nuestra Orden hospitalaria”. Fray Jerónimo de Buenavista, recibió de buen grado el pergamino, besó con unción la mano de su Reverendo Padre Provincial y abandonó con una inclinación de su cabeza la regia estancia. Era una mañana primaveral del mes de noviembre del año de gracia de 1683, cuando atravesando las soleada Huerta de Macario, el buen fraile entraba por la misma Puerta do hicieran los Reyes Católicos a la muy noble y leal ciudad de Sevilla intramuros. Encapuchado, con las manos en actitud piadosa escondidas en las bocamangas del habito y la vista gacha, recorrió el camino que lo separaba desde la larga calle Real hasta el Convento de Regina. Alcanzado el umbral de destino, hizo sonar la aldaba con el ritual de los tres golpes secos; asomose al instante una doncella de la servidumbre, quien al ver a través de la rejilla la naturaleza del visitante, abrió la puerta sin demora: “Alabado sea Jesucristo ¿en qué puedo servirle Padre? –vengo en misión de hacer entrega de una misiva a su ilustre Señora, Doña Luisa Ignacia- pues tenga a bien vuesa merced de ponerla en mi recaudo, que yo se la daré presta a mi Señora, la cual se encuentra inmersa en su delicada faena de talla, con la expresa orden de que no se la moleste sopena de asunto de graves consecuencias. Me temo que ello no va a ser posible, pues mi mentor, el Rvdo. Padre Provincial del Hospital de la Sangre, diome orden expresa para que se la entregase a su destinataria en persona. Si es así, pase y tome asiento en un escaño del jardín, Padre.

. Al pronto quedó Fray Jerónimo absorto, contemplando el sereno esplendor de la fronda bien cuidada del patio, la placentera risa del surtidor que lo coronaba y el gentil revuelo de los pardos gorriones que parecían resaltar con sus inquietos juegos la talla renacentista de la prodigiosa fábrica del claustro. Quiso reanudar el rezo del santo rosario, cuando un halo de luz que escapaba de una de las galerías, le anunció la visión esplendente de la hermosa Dama, aquella afamada artista de la que toda Sevilla hablaba, conocida bajo el seudónimo de –La Roldada- cuya leyenda había trascendido los muros de las clausuras monjiles. La Señora vestía su bata de faena color arena de playa, ribeteada de manera grácil en sus hombros, llevaba el pelo recogido por un moño a la altura de la nuca y dos mechones que reverberaban al contraluz, le caían dibujando bucles en sus ruborizadas mejillas. Al llegar a la altura del fraile, esbozó una genuflexión y le besó la mano. Sin mediar palabra, el franciscano le acercó el pergamino lacrado y Doña Luisa procedió a desanudar el lazo carmesí que lo enrollaba. Leyó con avidez cada palabra, sin reparar en el preciosismo de la caligrafía y una vez enterada de su contenido, ordenó a la servidumbre que ensillara su calesa personal sin dilación con el ruego a Fray Jerónimo, que se dignara aceptar su invitación de acompañarlo hasta el Hospital de las Cinco Llagas para dar respuesta inmediata a tan encarecido requerimiento”.

miércoles, 13 de febrero de 2013

Doña Cuaresma

 
En estos días en que D. Carnal pasea sus penas por el interior y los litorales, disfrazado de chirigota carnavalera para olvidar su hedonismo. En un misterioso lugar del retiro, donde las tardes alargan sus malvaluces, Sevilla bermeja nodriza, prepara en su más celosa intimidad a Dña. Cuaresma. Señora de rancio abolengo que cuenta sus siglos por quinarios y Septenarios dolorosos. Doña Cuaresma nunca luchó con D. Carnal, ni intentó vencerlo con otra cosa que no fuera Amor; es más, siempre lo miró con buenos ojos, los ojos de la misericordia que se clavan en el cielo de Santa Cruz.. Si porque el domingo de piñata, cuando se entierra la sardina de plata del desenfreno, D. Carnal acude al balcón de Dña. Cuaresma, para cantarle la serenata del pobre de mí, que es como entonar “perdona a tu pueblo Señor”. Y la antigua dama, desde el ventanal ojival del costurero de la infanta queda con él a solas para enseñarle la novena maravilla –que como decía el poeta- consiste en embriagarlo de luz, desazonarlo, pasear con él por Sevilla y después…si ha pecado lo perdona…Pecar es tan humano que hasta Dios echo hombre se entregó a morir por su causa crucificado. El Miércoles, la Señora nos iniciará en el rito anual de la penitencia, imponiendo en la frente carnal, la cruz que nos recuerda que en cenizas nos convertiremos , que la vida es apenas esa Semana, con sus cuarenta días y cuarenta noches en vísperas, en vísperas de la luz que ha salido al encuentro de las calles, para realzarlas, en vísperas del dormido naranjo a punto de despertar florecido para suavizar el Via Crucis por donde Cristo avanza con su Cruz al hombro precedido de cirios tinieblas que alumbra la fe que nos mueve por este Valle de lágrimas. Es un placer recibir a tan ilustre dama del brazo delicado de Sevilla, que acude
a su cita de funciones tan principales, haciendo de la penitencia un don para los sentidos; sin ella el incienso y el azahar nunca habrían tenido el placer de conocerse un primer viernes de Marzo a las puertas de Jesús Cautivo donde comienza a formar la cofradía de la Esperanza.

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