viernes, 18 de marzo de 2016

y será como siempre ha sido...

Y pasará lo que pasa siempre, llegará la hora de la salida; está despejado, no llueve; el templo a rebosar; el cuerpo de nazarenos con carita de expectación y lágrimas, aguarda la decisión del Cabildo de oficiales, reunido de forma extraordinaria. Los partes que se barajan confirman negros augurios a lo largo de la tarde, los mapas indican porcentajes de altos riesgo según pasen las horas. Pero en la calle no llueve, luce un sol de “justicia” entre comillas. Tarde de transistores, los distintos medios van apurando cábalas y cargando la atmósfera de presión: El llamador cuenta con información preferente, de última hora, tratando de adaptar los porcentajes de riesgo al horario e itinerario de la cofradía; El Salvador, La Anunciación, están dispuestos. Las cámaras de la tv local, captan un cielo, cuyos nubarrones parecen descargar sobre la lontananza del aljarafe; tengamos fe y que no falte la Esperanza, para Dios no hay nada imposible y estamos en la ciudad más hermosa del Mundo. No quisiera yo estar en el pellejo de los oficiales de junta; libranos Señor de tan aplastante presión: llevamos más de trescientos niños en nuestros tramos; comienzan a desesperar, desean salir, señalan en sol que se se filtra por las vidrieras; la plaza está a reventar; la banda de Cruz de guía viene haciendo el pasacalles; se enciende el delirio, la gente aplaude ahí fuera. Los reporteros de la alcachofa recogen las impresiones de devotos y vecinos, transmitiendo ese afán irrefrenable por salir, que se va convirtiendo en delirio a través de las ondas. En la sala capitular, El Diputado Mayor de Gobierno, los Fiscales y Priostes, se niegan rotundamente a Salir: “no podemos arriesgarnos, es mucho lo que nos jugamos, sobre todo el patrimonio humano”, los mapas no bajan del 80%...el Hermano Mayor con gesto descompuesto, traga y traga saliva...y si agotamos el tiempo que nos conceden de receso...el sol ríe a las puertas, como jactándose de la paradoja efímera. Los auxiliares de Junta se pasean por el abigarrado bosque de cirios, insignias, capirotes, varas, que se abren a duras penas paso por las abarrotadas naves del templo, sin rumbo y a la deriva; los reporteros de las alcachofas, los abordan, tratando de extraer luz informativa, entre tanta sombra de incertidumbre. La pregunta del millón: ¿Que hermano, se ha tomado ya la decisión...salimos?...Ante la pregunta si salimos, la respuesta, ha sido de lo más difusa y desconcertante, sin embargo ¡¡salimos!! se ha interpretado ya como posibilidad más que posible y corre como una mecha por las redes. La expectación del cuerpo de nazarenos se convierte en un murmullo modulado, que va subiendo volumen, y hace moverse a la gente de su sitio; el nazareno abraza la Cruz de Guía apoyada en la puerta cerrada, los tramos parecen reagruparse, la voz corre como la pólvora, encendiendo las ansias y el anhelo...¡salimos, salimos!!. Los transistores, móviles, pinganillos, aligeran el paso de los corresponsales callejeros hacia la iglesia. Y pasará, lo que pasa siempre: se hará un silencio sepulcral dentro del templo, ante la presencia del Hermano Mayor, que sale al presbiterio rodeado de sus oficiales, para informar a sus hermanos, sobre lo que se ha decidido. Prensa, radio y televisión, con los omnipresentes amigos de Arte Sacro, colocarán sus micrófonos, cámaras y trípodes, delante del máximo dirigente de la Corporación. La cara del HM es el espejo de un alma descompuesta. Los ojos cargados, los labios tembloroso, la palabra entrecortada, las manos temblorosas, acariciando a sus niños, nietos y más pequeños que han salido a refugiarse en los pliegues de su capa: “Queridos Hermanos, las previsiones y partes meteorológicos que barajamos y la puntual situación de los mapas, apuntan a lo largo de la tarde un 80% de lluvia...ésta podrá producirse, con mayor o menor virulencia, entre las horas.../...por consiguiente y analizando todos los posibilidades.../...consideramos razonable.../...
La concurrencia, acoge el drama con un clamoroso aplauso, que se funde en un mar de lágrimas, besos y abrazos. Lágrimas para lavar el desconsuelo; besos para sellar el vacío y abrazos para sostener la increíble fatalidad de estar un año esperando para esto. Se para el tiempo y el espacio se despeja como por ensalmo, de pronto la Esperanza, cubre con su velo de ánimo los cuerpos descompuestos de nazarenos, acólitos y costaleros, todas las miradas están puestas en los Sagrados Titulares, que desde el esplendor intacto de sus pasos, nos ciegan infundiéndonos la Fe inquebrantable en su devoción. Y pasará lo que pasa siempre, que ni el aplastante rigor de las nuevas tecnologías, las pantallas móviles inmortalizando la realidad virtual del momento, ni la precisión incontestable de la ciencia avanzada del IMET, conseguirán aplacar la eclosión de sentimientos concentrada en el espíritu secular de la Semana Santa de Sevilla, una histórica tradición litúrgica, basada en la humanidad, la sencillez y la humildad, que no entiende ni de sabios ni de poderosos remedios científicos, ni quiere saber de otros experimentos que no sean susceptible a la propia naturaleza del hombre, frente a lo trascendente del Dios del Amor, ese que nunca llueve a gusto de todos, pero sabe lo que es mejor siempre, para su Santa Iglesia. Bendita estas Semanas Santa de incertidumbre meteorológicas, que también nos dejan momentos inolvidables de verdadera y profunda Estación de Penitencia.

martes, 15 de marzo de 2016

"En verdad te digo"

Tenía los ojos, como dos cuencas cargadas de agua de mar. Las pupilas, profundas y redondas, brillantes lunas llenas de lágrimas. Mandaba con temple; ¡callarse ahí abajo!, juntar los talones, fijar la cintura...¡venga de frente, muy poquito a poco! Con qué mimo, con que gracia, con cuanta emoción, nos echaba a la calle el domingo del pregón, el domingo de pasión. Se vertieron en los templos, todas nuestras ansias; estaba Sevilla como la novia de dulce, tocada de azahar, entre los verdes costeros de las calles eternas de su centro histórico. La Paz del convento, alterada por la cola impaciente que desea poner su beso en el pálido aceituna de las llagas del Cristo en su Sagrada Mortaja, Tendido en el sudario que cubre el regazo de la Madre, como una ola antojadiza, que extienden los querubines. De espadaña a espadaña, desde los Terceros a San Juan de la Palma, el cielo era un páramo que iba tomando azules para estofar los brillos de la bóveda celeste. Un repeluco, cruzar la nave central, sin resistirse a rendir los honores a la más dulce Amargura, encargo imposible, no perderse en la vertical de una delantera emboscada de cera virgen y gloria “juanmanuelina”, pero el fondo nos llamaba, con un silencio blanco, austero, insoslayable a Jesús; ni siquiera separaba sus manos de la soga, para prendernos entregados a tan dulce beso. Cuando la ausencia de luz atrapada en las sombras de la celosía, iba buscando el resplandor de la calle, los ojos deslumbrados, conocieron el iris: los siete colores descompuestos, hasta alcanzar el sereno de toda la iluminación que se suspende en el aire. Por la estrechez de Viriato, la angosta esquina de Viejos, anunciaba un sol que extiende sus imperios de fragancia en sobre la Plaza de San Martín. En sus sagrados adentros, la Luz se recrea como en un amalgamado caleidoscopio, obrando maravillas sobre el mármol del sagrario, la portentosa canastilla neogótica y el Palio incompleto esperaban, desnudos de Cristo y la Virgen el Buen Fín, carnes expuestas en piadoso Besapìes y Besamano, respectivos. Sobre los pies del primer ensayo callejero, la emoción va ganándole terreno al cansancio por San Andrés, se alcanza el Reino de los azahares y se adentra el alma en el paraiso de la Adoración. Gracia plena de lo trascendente, si bién aturdido el corazón por la belleza que le rodea. Absorto en lo finito del misterio, nos vamos adentrando en el misticismo de un Dios encarnado, que ha dado su Vida por el Amor infinito de su caridad y Misericordia, obra cumbre que hace nueva, todos las cosas. Así este pregón que fue directo al corazón, al compás del sereno atardecer, va llegando a la cumbre de su recorrido, embriagado por el aroma suntuoso de San Vicente, con las Penas y los Dolores como grandes titulares, hacia un museo, donde la Virgen tiene la misma cara que nuestras hermosas mujeres cuando sufren el drama. No sabes si has alcanzado el Paraíso o hace tiempo que estás dentro de el, hasta que el Cristo con los brazos abiertos te ofrece la mejor Conversión; no hay palabras, hablan los salmos en una de las Siete: “En verdad te digo, que esta misma noche estarás conmigo en el Paraíso”.
Se ha hecho noche, bajo la bóveda cobalto de ese cielo, donde tan solo te aman mejor.

Los ojos reflejan el brillo de una conversión que derrama sus primeras lágrimas por las calles preparadas para recibir la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo, todo sea por el Amor el inefable Amor que nos hace hombres nuevos al saber como nos Ama. De lo contrario nada tendría sentido.

viernes, 4 de marzo de 2016

Cuando nadie espera la Esperanza

MIERCOLES DE CENIZA
a FERNANDO CARRASCO

Amanece el día con nieblas de Viernes Santo, brumas que ocultan el sol de la Vida y redoblan en el cielo con sordos palillos sobre el pellejo destemplado de la muerte. El hombre que esculpió a Dios murió joven, en la flor de cuaresma, inopinadamente; dejando el aire que dobla las aristas de San Bernardo, consternado e incrédulo. La Salud del hombre, quedó crucificada en el árbol eterno de este Viernes primero de Marzo, busca Refugio en los ojos vidriados de la Madre dela Misericordia. Roto y frío el soplo de tristeza como filo de espada, se clava en el alma; la seda y el percal de la palabra, se queda plantada en el tiempo, varada en la verónica de Curro, dibujada con gubias astifinas en el anillo maestrante. Las cosas hieren más cuando menos se esperan. Que terrible el tiempo cuando nos coge desprevenidos, no hay pecho destrozado ni corazón que valga para llenar el vacío del brujo de Triana. Solo el Betis, le dedicó un pellizco de gloria. Maestro y alumno se miraron vencidos por el dolor inesperado que cubría las sombras del Patio de la Santa Caridad, como un velo de luto barroco. Nada parece verdad, cuando la verdad se asienta en su salón del trono. La Fe, cae a desplomo, el cuerpo no reacciona, no hay consuelo de santos, ni resignación de mártires, ni explicación de sabios ni oradores sagrados. La muerte vence a la muerte in “ictus oculis”, “memento” de un polvo y ceniza, que no se sostiene en discernir de la razón. La gloria se lleva a los mejores y no hay más verdad, que esa zancada imponente que calla las bocas y reduce a los soberbios. Silencio, profundo e insondable silencio que provoca a la misma Esperanza erguida en septenario. El Señor es cautivo, con las manos atadas y la soga al cuello; rogad a Dios en Caridad, aunque nos lo impida el llanto. Volveremos a ver a Fernando, la muerte es poco, mucho menos que el ser humano, que el carisma intrínseco de las buenas personas, mucho menos de los que cincelaron la escritura de las bellas artes y comentaron el hito de la ciudad de los enamorados, con la mejor oratoria. En el Vía+Crucis de la Pía Unión, aquel que sale de las mismas entrañas del pretorio de Jerusalem, saldrá la comitiva; Fernando Carrasco irá presente, blandiendo el cirio de la Luz perpetua, como cofrade eximio de la más honorable cofradía de Sevilla, Concédele Señor el descanso Eterno. 

viernes, 26 de febrero de 2016

TODO POR LA MADRE

Cuidado con los Fariseos; con los aviesos escribas, pendientes de lanzar la primera piedra. Los ignorantes, los descelebrados “sabelotodos”; los que asaltan y difaman, profanan y atentan contra la inteligencia. Mucho cuidado con aquellos avizores que están pendientes de las cosas de Dios, más que del cumplimiento de su palabra, la práctica del perdón y el ejercicio de la Misericordia. -Protégenos, Señor- de aquellos que saben las citas del Evangelio, para utilizarlas según sus intereses partidista; Ateos expertos en teología; diablos de la Fe -filium- sin obras. Si los unos se muestran como ultras y radicales de un marxismo, que murió por su mala praxis en los brazos de una Europa capitalista y atea, los otros -resentidos-, aún sueñan con el brazo derecho extendido, mirar de cara al sol con la camisa nueva de los viejos salvadores de dios y la patria. Cuidado también, cofrades y capillitas, no vaya ser, que al rasgarnos las vestiduras, nos pase como a los ancianos de Israel, que pensaron en sacar el Arca de la Alianza (las cosas de Dios) para vencer a los Filisteos y terminaron, vencidos y sin el Arca. Las Bienaventuranzas fueron proclamadas en el mejor Pregón pronunciado en la historia; Sevilla, experta en pregones y memorables pregoneros, tiene en D. Antonio Rodriguez-Buzón, el listón más alto, posiblemente no superado. Pero las Bienaventuranzas que proclamó el Cristo, junto con aquella oración que el mismo nos enseñó: “Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre”...además de ser insuperable, está escrito para siempre, por los cuatro evangelistas. Se lo puedan creer o nó, los que no practiquen, esto que viene a ser últimamente lo más revolucionario: Seguir a Cristo...sí “Ecce Homo” que presentado en Sevilla el Martes Santo, arrastra una ingente multitud, encierra un “cuerpo místico” que igualmente resulta increible de comprender en los tiempos que corren, donde -francamente- el laicismo, no necesita absolutamente para nada a Dios, aunque para bien o para mal, en el último de sus alientos, lo tenga siempre en la boca. Bien, para este extraño cuerpo místico, que no es otro que la Iglesia católica, existen unas obras de Misericordia .grandes desconocidas, como su catecismo, aunque ahora nos suenen un poco más con el jubileo de las campanas, en el Año de la Misericordia. Para los más revolucionarios -los cristianos cuasi subversivos de hoy en día- una de estas obras de Misericordia (llamadas espirituales), en el más difícil todavía, nos exhorta al Perdón más crudo: El Perdón exclamado por el Cristo de las Misericordias a punto de expirar en Santa Cruz. El nos da la libertad de Perdonar las ofensas, ¿incluso las ofensas a una Madre?...¡vamos, venga!...que hay que ser prudentes como palomas, pero astutos como serpientes...¿no lo dijo El, también?...¿no está escrito el ojo por ojo...¡hasta donde, vamos a tener que tragar los cristianos?...¡Pues hasta que nos duela!...¡incluso hasta desangrarnos como El en la cruz!...Porque es verdad que está escrito lo del ojo por ojo, pero El llegó más lejos, porque estaba conferido por la Autoridad del Padre: “Perdonad a los que os ofendan...poned, incluso la otra mejilla...porque si perdonais a vuestros amigos, ¿que mérito teneis?...Perdonad a vuestros enemigos, pedid por ellos...” Resulta absurdo, ¿verdad?, incoherente, irrisorio...Pues bien, ahí está el Reino, el Reino no de este mundo, sino de la Verdad y la vida, la misma vida ejemplar de una Madre Santa de todos los sevillanos, y cuando se escribe de todos los sevillanos, se subrraya de todas las ideologías y colores políticos y sociales. Una Madre Santa, cuya descomunal obra, maravilló y emocionó a los más radicales, ateos y anticlericales. Tu y yo, sevillanos de historia y tradición, sabemos en el alma, lo que Madre Angelita, diría de todo esto que estamos viviendo, de esta sinrazón, de este atentado contra la inteligencia y la raíz más profunda de un pueblo...Madre Angelita, no diría nada, no abriría su sonriente boca , ante parecidas falacias, no perdería un ápice de su entregado tiempo, consagrado a los más pobres y menesterosos, simplemente -ruborizada y ligera-, correría, menuda y ardiente a dar gracias a Dios y pedir por aquellos, que no saben, que no conocen, que no han tenido la dicha de cargar con la Cruz e ignoran que cuando desprecian la cruz de sus hermanos, Ella, la madre Santa de toda Sevilla, AGRADECIDA, corre a recoger el peso de tantas ofensas, para la salvación de nuestras almas. ¿Encontrais la diferencia?

miércoles, 24 de febrero de 2016

No daban fe


Y continuaron haciéndose preguntas. Conocían muchas respuestas, pero no acertaban la verdad. ¿Porqué, el nazareno, vestía túnica elegante de raso, de costoso merino, de rico terciopelo...porque capirote cubierto por el antifaz?. Un repeluco causaba la sombra espigada del nazareno de ruán y esparto, negra silueta que se prolongaba por el callejón, rajando la cal como afilada tizona. Aun más miedo da el blanco nazareno con el cirio al cuadril. Antorcha ritual en la noche de la cruz en llamas. La Cruz, siempre la cruz, guía del camino de una penitencia que cubre los rostros del pecado. Penitentes en medio de la gran expectación, reos sin condena; descalzados voluntarios de cruz y rosario en la arena del circo de las admiraciones. ¡Pregunta, pregúntame, profano en la materia!...que tengo la respuesta en mis sentidos, todo tiene un sentido: el hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir. Nadie tuvo mejor maestro, todos le seguían, decían de El que tenía palabras de vida, quedaban admirados, pero no se lo creían, no daban fe a lo que tenían delante. El era Yo soy; era el Camino, la Verdad y la Vida. Precedido del honor de las bocinas flamantes, con paños suntuosos. Inciensado entre las nubes más fragantes, se presenta ante el Pueblo arrobado, absorto, conmovido, que se santigua a su paso, pero continua sin dar crédito. La música sinfónica pone fondo a una oración de asombro, distraida por las andas refulgentes que lo llevan sobre los piés. -no se puede andar mejor- por eso el corazón se para y los oídos no escuchan otra palabra que no sea la emoción. Desde que se deshoja el azahar, ya anda el pueblo redimido; no ha lugar para aclamar su entrada en Jerusalén, ya va Despojado de sus vestiduras; dejado de la cruz que abrazaba en el Porvenir; orando en los confines de un Altozano. No hay Pena más grande que sus Penas, sin embargo ya estamos dando Gracias y Esperanza y su Muerte hacemos Buena, por el Amor del Padre, silencio que desprecia la Amargura y al mismo tiempo la torna en apología de música en alta noche. No habrá otro templo lleno, la ciudad se ha hecho catedral de aire libre, con abside de estrellas, sobre el altar de un paso, se inmola el Cuerpo y la Sangre de Cristo: Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo; Sagrada Cena, abarrotada de público; Señor yo no soy digno de que entres en mi casa, por eso te quedas en las calles, repartiendo la Eucaristía de tu imagen, imagen de Dios invisible que queda esperando en el vacío del Templo. La pregunta nos sigue respondiendo afirmativamente, pero puede que no sea la verdad. El tiempo, no se mata por saber, permanece en perpetua cuarentena, anunciando Tu muerte, proclamando tu Resurrección, la penitencia llega a su máximo esplendor, en medio de la gran expectación del público que abarrota las calles. Pero el templo está vacío, esperando que vuelvan los fieles, lástima que no sean todos los que parecían convertidos llenando las calles.  

lunes, 22 de febrero de 2016

Alguien dejó en la tierra



Las vísperas: esa dulce espera que termina cuando ya ha pasado todo. Se vive soñando vivir y cuando despiertas, crees que has soñado lo vivido, o vivido lo soñado. Todo es poco, para lo grande que es el misterio; ver para creer y no dar crédito a lo que estás viendo. La cruz nos gruía, sobredimensionada; oriente y occidente, norte y sur, repartida por todo el universo; alzada, parroquial, exaltada, sobre el gólgota, pero nunca arriada en un suelo sin claveles. Bajo el cielo de la Misericordia, en la penumbra claustral, donde se condensa el aroma del incienso, la cera virgen, blanca radiante, crema bruñida, satén tiniebla; caridad azul del baratillo; verde humildad brillante, negra azabache, morada estrella, ingresa en la prisión del farol transparente; nacida ayer, inmaculada, esclava del gallardo candelero, dichosa novia del airoso guardabrisa. Duerme el pabilo hecho un nudo en la ladera; sueña la luz ser mecha ambulante que oscile al compás; llama de vida. Alguien dejo en la tierra, aquello que no precisará en el cielo, seguro de alumbrar la gloria bordada por las manos que firman el arte con hilos de seda y oro. Alguien fundió las primeras hileras, en medio del vergel, donde guirnaldas, campanillas y racimos, perfuman la mano del que llama y puso nombre de hermanos que entregaron su vida para emprender el vuelo de la “levantá” eterna. Cuando todo se encienda, en el día tan amado, la luz tendrá llamas con nombre y apellidos, ofrendas que aún descansan en la Paz de niños refugiados; latidos desesperados que sueñan encender la escala que los alumbre, admonición de un mundo apagado, que espera prender la llama de justicia. Nuestro auxilio es el nombre de María, gimiendo y llorando en un Dolor sin más consuelo que su divina hermosura. Este sin vivir por tan alta espera, muere a las plantas de la Bienaventurada Madre; Candelaria intacta, selva virgen perfecta en diseño y geometría, esperando la hora del filial alumbrado, para consumirse en lágrimas de amores vivos, efímeros, susceptibles del clavel que los sofoque, cuando, sin creer que ya ha pasado, arda todo, para alumbrar mañana.

miércoles, 10 de febrero de 2016

Ha llegado la hora

He dejado mi yo en la orilla, algunas veces -muchas veces- se me escapa, como niño inseguro que hace rabona, Es que no se lo cree aún, tiene sus dudas, no entiende el misterio, aquello de la Encarnación, la vida eterna, el cielo y el infierno, las almas benditas del purgatorio. Y sale a relucir mi yo, como el merecedor de todas las gracias; como si fuera preservado del pecado inmortal; como si fuera digno de la infinita misericordia del padre. El yo, sabe que el amor es una fiesta, un banquete de nupcias, un baile exquisito, donde no puede faltar la primera persona del singular. Pero no sabe el yo, que no da nada, que no ofrece más que el sí mismo y cuando escucha la palabra se queda plantado, abandonado por su propio egoísmo, petrificado por ese Soy que descalza y hace clavar las rodillas en la tierra, para cargarte con la cruz de ceniza, que te recuerda que eres polvo y te conmina al arrepentimiento para creer en El. La cruz de ceniza, parece que se la llevará el aire, pero cuando la tomas y lo sigues, comienza a pesarte como un plomo que horada tu hombro e inclina tu cintura. El yo de esa cruz, solo se deja abrazar por el tu que ama, por el que está dispuesto a cargar con las penas del próximo, es un peso que duele, que va cuesta arriba, que tropieza y cae -hasta tres veces- pero que se levanta, cuando agobiado por tanto sufrimiento, vislumbra a su alrededor la fuerza de la compasión, los frutos del árbol de la fe, que caen multiplicados por la oración de los santos; por las obras de misericordia; por la bendición y el oleo sacramental. El yo no cae en tierra y muere -queda infecundo- “pero si muere da frutos”...”el que se ama así mismo en este mundo se pierde y el que se aborrece así mismo en este mundo, se guardará para la vida eterna”. ¿En quien confiar?...ya has visto el reino de los locos y lo que su príncipe te ofrece: Gula, oro y riquezas, poder y ejércitos mercenarios. Mi yo, sigue buscando placeres en la carne -Venus efímera- la fe de los diablos que miran su propio interés. Tu has venido a la orilla, no has buscado, ni a sabios ni a ricos, me has mirado -sonriente has dicho mi nombre- amor que quiere seguir amando, yo quiero amarte, porque tu Amor no se engría, toma mi yo a cambio de tu infinita misericordia.. “A tí Señor, levanto mi alma. Dios mío en tí confío. No quede yo defraudado”.

 

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