Me había pedido mis tres libros de rigor, como tengo costumbre todos los años: El hombre que esculpió a Dios; Pesadillas de cofrade II y El Almanaque de Sevilla. Pero SSMM, que son más sabios que magos, aún querían prolongar por unos días, mi ansiedad y sobre todo la ilusión que me hacían, estos presentes. Ya me lo habían advertido: Melchor señora; Gaspar hija y Baltasar hijos: que debido a su acuciante trabajo y por imprevistos de última hora, habían encontrado todas las existencias agotadas de los referidos regalos literarios. Pasadas las 0 horas del día
Al principio, el niño que llevo dentro, no pudo contener su desilusión y la cara de enfado me llegaba hasta el suelo. No reaccionaba ante las lógicas disculpas y explicaciones que gentilmente me brindaban SS MM, representadas en los rostros cariacontecidos de los míos, la frustración me podía en esos instantes, hasta el punto de agriarle la ilusión a todos los que a mi lado celebraran el intercambio de regalos. Aunque no tardé en comprenderlo, sí lo hice en resignarme, intentando convencer a ese niño egoísta y mal criado que llevo dentro de mí, pues aunque por fuera deseaba fervientemente complacer al personal, por dentro, no se resistía a la idea de pasar el resto del día sin leer alguna de esas páginas tan esperadas.
En fín, que heme aquí a estas alturas, contando de nuevo las horas, esas horas que siempre se hacen eternas y que prolongan aún más la emoción e ilusión al mismo tiempo. Pido perdón a SS MM por no controlar ese pueril egoismo, que no es más que consecuencia hermosa del niño que llevo en mí, tan Natural de Sevilla.