domingo, 1 de febrero de 2009

BODAS CIVILES

Mi otro amigo más noble que un José de Arimatea; ex-hippi de margaritas estampadas que nunca soñaron con ser romero; ex-fumador de marijuana y bebedor empedernido de batidos de chocolate. El que hoy se declara y doy fé: librepensador-filosofo- cristiano, católico y apostólico, además de melómano...contraerá matrimonio D.M. el próximo 20 de Marzo. Lógicamente mi amigo, quería casarse por la Iglesia, hasta ahí de acuerdo con su novia, que también quiere vestirse de blanco y digo “quiere vestirse” de blanco, porque como a toda mujer, le ilusiona la puesta de largo blanca y radiante, pisando la alfombra roja hasta llegar al altar de una de las más veneradas imágenes de Sevilla, en cualquier portentosa Iglesia barroca.
Vive Dios, que mi amiga Lola, lo ha intentado, luchando en singular combate interior contra su conciencia y honor, haciendo de tripas corazón de su moral “progre”, para agradar a su futuro marido y satisfacer la otra doble moral rancia que todos llevamos dentro. Mi amigo y su prometida se patearon los principales Templos del centro de Sevilla, recabando información. En principio no tuvieron problemas con la fecha y la hora, ya que jugaban con suficiente tiempo de antelación, lo malo fue el presupuesto prestablecido que faclitaban los sacristanes y párrocos de las Parroquias e Iglesias más demandadas: a saber -en El Salvador por ejemplo- en concepto de luz, flores, ornamentos y documentación, el presupuesto se elevaba a los 600 euros; sin contar el concurso del órgano, marcha nupcial o capilla musical. Los futuros cónyuges se miraban indignidados, daban las gracias por cortesía y continuaban su camino. En la Magdalena, El Santo Angel, San Martín o La Anunciación: tres cuartos de lo mismo. En San Andrés, saltó la chispa de mi amigo Jóse A. de Arimatea -su talante de predicador- no pudo contenerse más y protestó exaltado: “pero bueno, Padre, no quedamos en que el Sacramento es un don de Dios que se administra desinteresadamente...de acuerdo que la Parroquia acepte una limosna justa y necesaria para paliar las necesidades de su apostolado...pero de ahí a que me extiendan un presupuesto pormenorizado y me obliguen “piadosamente” a saldarlo, me parece muy fuerte por no decir...” -el cura lo miró acomplaciente e inmediatamente agachó la mirada ruborizado- mi amigo se ensañó aún más con la actitud impasible del sacerdote y comenzó a citarle toda clase de capítulos y versículos del evangelio según San J.P.M.L.: "que si sepulcros blanqueados, que si expulsión de los mercaderes del templo, que si dad a Dios lo que es de Dios y al César lo del Cérsar"...a lo que el Padre, disimuló haciendo oídos sordos mientras jugaba con el ratón del PC. Lola le dió un codazo a mi amigo y éste reaccionó al instante, abandonando ambos el despacho, no sin antes apostillar su panegírico con esta sentencia bíblica: “El templo es para rezar y nó una cueva de ladrones”.
El próximo día 20 de Marzo, mi amigo contraerá matrimonio con Lola por lo Civil. Así lo decidieron aquel día que salieron indignados del despacho parroquial. Nunca estuvieron más de acuerdo dos personas con diferentes formas de interpretar sus respectivos credos. Jose A. de Arimatea- el filósofo -me refería, que Dios está hasta debajo de las piedras, por eso quizás han elegido para el enlace nupcial, un Salón Restaurante, cuyo atrió está decorado con una piedra de molino, entre otros apeos de labranza. Dice que los casará un Concejal-pregonero con muchos actos de Exaltación a la Semana Santa a sus espaldas. Lógicamente, Lola irá blanca y radiante, como van las novias que se precian y los invitados asistirán a la ceremonia, luciendo sus modelitos y podrán chismorrear, cotillear, criticar y desplumar a quien les dé la real gana, sin necesidad de pecar de irreverentes como lo hacen bajo las naves de cualquier templo barroco donde se celebra una boda. Y los niños podrán alborotar, patalear, y gamberrear a sus anchas, haciendo gala de la mala educación colectiva, que tiene que reprimir a base de pellizcos maternos, cuando están dentro de una Iglesia. Y los machos maduros con pensamientos sucios, podrán fumarse sus cigarrillos en la puerta, mientras se comen con su lasciva mirada a las jovencitas de buen ver, sin necesidad que sus gordinflonas consortes, les amonesten por no guardar la compostura en un recinto sagrado. Y los niñatos -salvese quien pueda, con sus pendientes y trajes claros con camisas chillonas y cuellos abiertos bla, bla, bla....La única condición que mi amigo Jóse de Arimatea ha impuesto al Conceja-pregonero, es que los case por el rito católico y recite la carta del Apostol San Pablo a los Corintios. Lo que Dios ha unido que no lo separe la iglesia.

viernes, 30 de enero de 2009

NAZARENO SIN CARNET

...y por fín cobré el tercer y último "vale por tres libros". Tuve que esperar hasta el 28 de Enero (día de mi cumpleaños) que lo prometido -como dice el refrán- es deuda. Llegaba a mis manos el tercer volumen que había pedido a los Reyes de Oriente: más PESADILLAS DE COFRADE y ahí va la mía. Sabía que se la había enviado al amigo Fernando García Haldón (patrón de la Radio de los blogueros), confiaba en su palabra y me dispuse a buscar la pesadilla impresa en en el libro. Ojeaba las páginas con fruición -no la encontraba- quien me iba a decir a mí que tendría que esperar ansioso a la última página...
Después de 33 años, vuelvo a salir de nazareno en San Esteban. La ilusión es abrumadora; llevo meses sin dormir desde que recogí mi nueva túnica. Paso las horas contenplándola colgada en la habitación; luce impecable con sus escudos bordados y a la espera de ser estrenada. Por fín llega el anhelado Martes Santo; me emociono al sentir la devoción con que mi mujer ayuda a vestirme. Me ciñe el cíngulo, me calza las sandalias, cruza los guantes blancos en mi cintura: nos miramos, saltan las lágrimas sobran las palabras. Tomo el camino más corto. Por si fuera poco, llevo de mi mano el tesoro más preciado, mi nieto de dos años, me acompaña también en el estreno ¡que inmensa satisfacción, cuanto orgullo!. Llego a San Esteban, la Iglesia está vacía...qué cosa más rara...mi diputado de tramo me espera en el presbiterio: Hola Antonio, nos saludamos -es obvio que me conoce- me pide la papeleta de sitio; se la entrego, todo está correcto, pero con gesto lastimero me pregunta: ¿traes el carnet de identidad? -¡como!...¿el carnet de identidad? -respondo perplejo-. Sí, Antonio...el carnet de identidad, me lo han exigido -lo siento- aún estás a tiempo, aquí te espero, me quedo con el niño. De repente la iglesia se llena de nazarenos, el niño empieza a llorar...quiere venirse conmigo, a duras penas me abro paso entre el entresijo de insignias, acólitos, costaleros...no hay espacio, el niño está muy agobiado, el llanto es cada vez más inconsolable. Cuando estoy a punto de alcanzar el cancel, un grupo de hermanos me arrebata a la criatura de mis brazos y se lo lleva hacia el altar mayor...es imposible llegar hasta él. El templo se encuentra ya abarrotado -no hay espacio...lo veo alejarse llorando y extendiendo sus brazos hacia mí...
De repente noto que alguien ha puesto atropelladamente un objeto en mi mano...casi me corta la palma, ese alguien se abre paso milagrosamente entre la abigarrada multitud...
Ahí, queó...el final de la pesadilla la tienen ustedes en el libro. Ültima página.
Muchas gracias, querido Fernando. Todo un honor.

domingo, 25 de enero de 2009

LAS MANOS DE LA AMARGURA

ANTONIO SUSILLO.

Cuenta la leyenda que Antonio, dejó en la Señora de San Juan de la Palma, las manos de toda la Amargura existencial que padecía. Las manos del niño aquel que jugaba con barro de la Alameda, a modelar sus sueños de escultura. Aquellas manos emprendedoras que pronto surcaron los cielos del éxito, hasta alcanzar la cima de la diosa Fama en la segunda mitad del siglo XIX. Desarrolló sus estudios de Bellas Artes en la ciudad del Amor y en la eterna Roma. Quien sabe, si para cuando volvió a la Julia Rómula, las consecuencias de tanto amor y arte cosechados fuera, no forjarían el malogrado destino que le aguardaba. Dicen que fué la infanta Maria Luisa su mecenas artístico; la que advirtió los talentos que encerraban aquellas figuritas de barro que el niño modelaba en el suelo de la Alameda. Pero nunca segundas partes fueron buenas y menos en el amor y el dinero, que están reñidos con la felicidad -si es que la felicidad existe. Antonio Susillo gozaba del mayor prestigio y reconocimiento social, tanto en lo personal como en lo artístico donde era escultor de cámana en la corte sevillana de los Montpernier;para los Duques, remató las balaustradas de su palacio romántico de San Telmo con las esculturas de los caballeros principales: Velazquez, Murillo, Montañés, Miguel de Mañara...y para el erario público, embelleció las más galanas Plazas de Sevilla, con el bronce munumental del pintor de la verdad y la herocidad de Daoiz. Pero todo aquello lo hubiera sacrificado el genio en aras de un gesto de cariño y admiración; el mismo que le negaba su segunda esposa, cuya ignorancia artística empozoñada por la ambición y el materialismo le solía espetar: “creí que me había casado con un artista y nó con un albañil”. Todo el peso del bronce y la piedra transformada en arte, se derrumbaba ante la vileza del amor contrariado. Por el amor de una mujer, Antonio estaba dispues a sacribicarlo todo, incluso fama que perseguía y la gloria que casi tocaba con sus manos. Las manos de la Amargura le dieron una señal divina. Fué tras el incendio fortuito que sufría la Virgen con San Juan, cuando un infausto Domingo de Ramos de 1.892, salía ardiendo en su paso de palio a la altura de los palcos del Ayuntamiento. La Señora se salvó por el gesto heroico de un “guardia” de la época, pero resultó seriamente dañada en su rostro y perdió sus manos. Antonio Susillo, fué designado por la Junta de Gobierno de la Hermandad para la restauración de la Virgen y la reposición de sus manos. ¿quien otro podría ser, el mejor garante para tan delicada empresa?.¿Podría enfrentarse el insigne escultor al rostro de la más Amarga de todas las penas?. Está claro que sí, que la Virgen le mostró el mejor espejo donde pudiera ver reflejada su Amargura; por eso le talló las manos más exactas; las manos de la única Amargura que podía soñar para la madre de Dios, sus propias manos hinchadas de Amargura...porque el Dolor cuando es tan profundo y desalmado, desgarra los órganos y dilata las carnes. Antonio Susillo depositó en la Señora de San Juan de la Palma, las manos de toda su Amargura -la Amargura en sus manos de Virgen y la otra Amargura del hombre que camina sin rumbo por la calle de enmedio hasta encontrarse en el campo santo de la desolación, con su imponente Cristo de bronce, sobre la cima del calvario donde reposan en ¿Paz? los que se dice, pasaron a mejor vida. Antonio Susullo salía aquel día de su casa como un poseso, tomó el camino de San Jerónimo con el firme propósito de arrojarse al tren. Se miró sus manos y vió las de aquel niño que soñaba esculturas jugando con el barro de la Alameda; aún tuvo tiempo de pensar en el escarnio que supondría para sus discípulos y admiradores recoger, los restos de su cuerpo descuartizados por el tren. Regresó a casa por la vieja pistola que recordaba; sería más dulce y romántica -a la moda de la época- esa triste forma de acabar con su vida. Volvió a mirarse las manos: eran las manos de la Amargura. Nadie oyó el disparo, tan sólo una bandada de abejas laboriosas, que dedidieron entonces fabricar una colmena en el vacío de su Cristo de bronce. La miel brotó por la boca del Crucificado, desde entonces, Sevilla y el mundo lo conoce por el Cristo de las Mieles.

viernes, 23 de enero de 2009

ROMANCE DEL RANCIO, RANCIO



Rancio que te quiero Rancio,
verdiblanco o palangana,
que al barco le llaman “paso”
y Calvario a la montaña...
Rancio de café con leche,
de picatoste y más manchas
que un papel de calentitos
despachaos por “la juana”
Rancio de despertadores,
sonajero o carrañaca,
de la blanca escupidera
debajito de la cama
. Rancio de todos los Santos
con su cajita de estampas,
del Alma-naque javierre,
la virgencita de fátima,
el bueno de fray escoba
y lamparitas “por ánimas”,
encendida en la mesilla
junto al angel de la guarda.
Rancio que te quiero, Rancio,
más rancio que una alpargata
donde nació el espartero
en la plaza de la alfalfa
viendo pasá San Bernardo
de la mano de tu “tata”
con pantaloncitos cortos
y calcetines de rayas.
Rancio te parió tu " mare"
que era todavía má Rancia
cuando apretaba en tu cuello
er nuo de la corbata
y te vestia de chaqueta
azul marino cruzada
con  pantalocitos grises,
que eran talmente una tabla.

Rancio como Don Antonio
que tanto se preguntaba
... por eso: ¡rancios, habrá!
con su cantinela rancia
¡ pero como tú, ninguno!
porque tú eres la Giralda...
-por Dios, Rodriguez-Buzón-
¡don antonio de mi alma!
¡el colmo de tó los colmos!
¿habrá otra cosa más rancia?
SÍ...contestole “maese”
- el Rancio...donde los haya-
tiene nombre y apellidos
más rancio que una mojama,
que er jamón der Rinconcillo,
que er serrín o la pizarra,
que er bacalao con tomate
y er que te sirve la tapa...
¡cálle vd. -por Dios bendito!
No diga ni una palabra:
-Rancio que te quiero, Rancio-
¡que ya sé, de quien me habla!

martes, 20 de enero de 2009

LA ROSA DE SAN LORENZO




LA ROSA DE SAN LORENZO La natural belleza de María provocaba el jolgorio de los pajarillos del corral, que en sus jaulas sencillas, le cantaban las mañanitas como al mismísimo Rey David. Su cara fresca, enjuagada por infusión de rosas. Su pelo negro y ondulado a la moda de los felices veinte años; su figura esbelta y sus piernas interminables, aireaban el fuego de los más inconfesables deseos en toda la feligresía masculina, así como el rumor infame en las lenguas de doble filo. María salía a la misma hora, todas las mañanas a entregar sus encargos de modistilla y era tal la gracia y el garbo de sus largos andares, que los hombres aprovechaban cualquier excusa para verla de pasar. El zapatero hacía como que estaba barriendo su puerta; el tabernero mareaba los barriles; el guarnicionero sacudía las pieles; el tendero remangaba las sacas de legumbres y todos volvían la cara lanzando sus ayes al aire: “si tú quisieras María”… La niña del Dulce Nombre, ejercía su oficio en las casas señoriales del barrio de San Lorenzo y la collación de San Vicente; casas donde servía a las ilustres damas en el corte y confección de encajes de chantillí y sedas de damasco que transformaba –con la delicadeza de sus manos- en primorosos visillos y suntuosas cortinas. En los patios florecidos de limón y primavera o refugiada de la inclemencia del tiempo, en los perfumados corredores de geranios y gitanillas, la hermosa doncella, había tenido que soportar –entre puntada y puntada- el asedio silenciado de los “señoritos” aduladores, que aguardaban su turno para clavar el aguijón de las deshonestas insinuaciones a la joven. Por aquel tiempo, había establecido casa-taller en la calle San Vicente, un joven escultor, llamado a ser el gran revulsivo de la imagineria moderna en la Semana Santa de Sevilla. Quedose prendado el joven maestro, no más contemplar el rostro y hechuras de la Niña del Dulce Nombre. No tardó el escultor, en mandar recado a la joven a través de su aprendiz de confianza al objeto de encargar a María un trabajo de alta costura para su taller. La hermosa doncella, acudió solícita a la cita en el lugar y fecha indicado. El imaginero la estaba esperando y al ser anunciada, la recibió con todo el rigor de su cortesía; le rogó que tomara asiento frente a la mesa de su despacho y se despojó de la bata de faena para rendir honores a la abrumadora belleza que tenía delante. Al instante que clavó sus ojos en las pupilas melosas de María, tomó conciencia de su sueño de artista convertido en realidad. Aquel ideal de belleza inalcanzable, que tantas noches lo había mantenido en duermevela, se mostraba ante sus ojos cobrando cuerpo y forma. La cara de María era el rostro vivo y palpitante de la dolorosa sevillana, prototipo de mujer andaluza; estaba dibujada en la tersura de su frente; en la caida armoniosa de sus párpados; la veía claramente reflejada en la profundidad de sus ojos, en la perfecta ladera de su nariz , en el sereno rubor de sus mejillas y en la comisura de sus labios fragantes. Antonio, que así se llamaba el escultor; no pudo ni un momento ocultárselo a la joven: María, tiene que posar para mí. Vd, es el modelo que yo estaba buscando…no puede ser otra…María, se lo ruego encarecidamente, disculpe mi atrevimiento y osadía. La joven, se sintió en primera instancia ofendida, frunció el seño, se hizo ostensible su enojo y cierto aire de indignación nublaron la expresión de sus gestos; un deseo irrefrenable de salir corriendo del despacho le asaltaba en la mente, sin embargo sus piernas se aflojaron y las gotas de un sudor frío perlaron su frente como lágrimas de dolorosa. Pero –por favor, Don Antonio, bastante fama tengo ya en el barrio, como para frecuentar su taller en calidad de modelo- lo siento pero se ha equivocado de persona. -María escúcheme, se lo suplico- sólo le pido una tarde...quizás una mañana más, el tiempo preciso que tarde la luz en recrearse en su cara y acariciar sus manos. Si Vd. no lo entiende, hágalo al menos por amor al arte y si es mujer temerosa de Dios -como supongo- su Madre Santísima sabrá premiárselo con creces. Se lo aseguro, María. ..
A los pocos meses de la entrevista, Antonio entregaba su primera Imagen Dolorosa para Sevilla a una Cofradía cercana al taller. Cuando los oficiales de la junta de gobierno, presenciaron la obra terminada, se miraron unos a otros estupefactos. El escultor intercedió de inmediato, para romper el asombroso silencio que se había producido en el habitáculo: ¿Señores, es que acaso la imagen no es de su agrado?. Todo lo contrario, replicó el hermano mayor de la Cofradía, su belleza es abrumadora, pero sus rasgos parecen tan humanos que es la viva imagen de María:- la rosa de San Lorenzo-. Pese al parecido asombroso con la vecina más hermosa del barrio -añadió el máximo dignatario de la Hermandad- dejemos que Sevilla otorgue y saquémosla bajo palio este año. La reacción no se hizo esperar, cuando la Virgen salió esa Semana Santa, a su paso por las calles del barrio, todo el mundo prendado por la belleza de la nueva Dolorosa, comentaba al verla: miralá -si es María, la Niña del Dulce Nombre-.
Mientras en algún patio de San Lorenzo, una rosa se marchitaba en silencio -puntada a puntada-tejiendo la propia mortaja de un amor imposible. Terminada la Semana Santa de aquel año, Antonio, tuvo que suavisar los rasgos de la Dolorosa, por unanimidad de la Junta de Gobierno de la citada cofradía.

sábado, 17 de enero de 2009

COBRAR POR PERDER EL TIEMPO

Se reunieron los cuatro caballeros en torno a la mesa ovalada y el más joven, situado a la izquierda del venerable analista de los cabellos color marfil, le dijo al más veterano de los interlocutores: ¿que le pasa que trae Vd. tan mala cara? -No me hables- contestole el decano- he pasado parte de la noche-madrugada en el hospital esperando los análisis. No, perdona -déjame hablar- no me interrumpas que yo a tí te he dejado consumir tu tiempo. Yo he venido aquí a analizar las medidas que ha adoptado el Gobierno para paliar la crisis y tú, me sales por la tangente, hablándome de la media que se tarda en los hospitales para recoger unos análisis; pues perdona que te diga -con todos mis respetos- que eso es pura demagogia. En esos momentos tan tensos del debate, intervino la moderadora del programa y le dió la palabra a los analistas situados a su izquierda, primero le tocó el turno al impecable gallego con carita de asco que solía brillar por sus intervenciones a la gallega: Señores, llegados a este punto, mi análisis es el siguiente: yo creo, que probablemente Dios no existe, de lo contrario ¿como se explicaría nuestra presencia aquí? , sería absurdo -por otra parte- intentar dar explicaciones a la opinión pública, sin pruebas suficientes -dicho de otra manera- sin contar con el resultado de los análisis. ¡Pero qué análisis, ni qué ocho cuartos! -replicó el venerable de los cabellos de marfil, visiblemente exasperado...lo que hay que tener es vergueza política y gallardía parlamentaria para comparecer ante las Cortes y analizar el estado de la nación...Turno para el calvo de la corbata fucsia -arbitró inmediatamente la moderadora-, sofocando el conato de incendio- Personalmente opino que no hay que mentir primero para mentir mejor, afirmó con rotundidad el último comentarista y añadió seguidamente: pero es que no se trata precisamente de esperar y esperar hasta que nos den los análisis, hay que adoptar medidas de urgencia, que nos permitan tener la suficiente tranquilidad para mantener la calma, las cifras están ahí para analizarlas detenidamente, sin prisas pero sin ganas. Cuando el debate parecía alcanzar su punto más álgido, después de haberme metido de lleno en el mismo haciendo un titánico esfuerzo de concentración, la bellísima presentadora apuntilló: Lo siento, Señores, pero ya saben como vá esto del tiempo en la televisión, muchas gracias a los cuatro y volveremos mañana a la misma hora. No me había dado tiempo a coger el mando para hacer zapin, cuando me sale la repelente niña pija rubia de la sexta con su abriguito de "barbi": ¡mira los zapatos que me he comprado por treinta y nueve euros! Pero no quedaba ahí la cosa, cuando, logré reponerme de la sincronizada publicidad, los mismos caballeros en busca del análisis perdido- se reunían en torno a la mesa de debate de otra cadena de la competencia. Y fué entonces cuando comprendí, porqué se pierde tanto tiempo en recoger unos análisis.

miércoles, 14 de enero de 2009

EL "DIVINO IGNORADO"

Rondaba por su cabeza el rostro de Dios hecho hombre: Jesucristo aquel que había de ser el Señor de Sevilla. Aún ejercía, como oficial, en la Casa-Taller del insigne maestro; cuando llegó el encargo de un Cristo cruxificado y a sus pies, abrazada a la cruz, la imagen de María Magdalena. Martinez Montañés, curtido en los vericuetos y desavenencias que traían consigo la obligación de suscribir contratos, máxime cuando provenían -como en esta ocasión- de la influyente Compañía de Jesús- delegó inmediatamente las hechuras del futuro Crucifijo a su aventajado discípulo, Juan de Mesa, como garantía y al mismo tiempo cura de salud de ulteriores litigios. Los pormenores del contrato, quedaron fijados de obligación, ante la fé de escribanos y el mutuo acuerdo de partes en el año de gracia de 1.620 (13 de Marzo)
El “divino ignorado”, tenía que plasmar en la noble madera de cedro, la Muerte de Jesucristo; sabía que no era una de las tantas muertes que había visto reflejada en los perfilados rostros de la morge, cuando estudiaba detenidamente cada rasgo cadavérico, el más mínimo atisbo de rigor, para retratarlo en su mente prodigiosa, sabía que esta Muerte había de ser distinta, pues era por entrega y puro Amor a los hombres y sólo podía llamarse de una manera: La Buena Muerte. Por eso, aun teniendo incubadala la idea del Gran Poder de Dios, la reservó en el altar de su frente, donde le tenía expresamente consagrada una calle de la Amargura por donde habría de caminar el verdadero hijo del hombre, doblado por el peso de la cruz, pero radiante de misericordia. Esta vez se trataba -nada más y nada menos- de esculpir el supremo consumo: “consumatum est”, el dulce sueño de la Vida Eterna, que reposaba serenamente dormido, después de entregar su espíritu al Padre. Y vive Dios que lo consiguió -el divino ignorado- al terminar de labrar la imponente imagen del Santísimo Cristo de la Buena Muerte, donde hasta los más drasticos estigmas de la pasión se tornan remansos de sangre, buscando el caudal redentor de su abierto costado. Pero...¿qué pasó con la imagen secundaria de María Magdalena? -conociendo la magistral obra del “divino ignorado”- Juan de Mesa, habría de tallarla a la altura de calidad y técnica del magnífico Crucificado. Temeroso de Dios, conocedor de los evangelios, incluso me atrevería escribir, devoto oyente de los apócrifos y leyendas soterradas como los escritos del mar muerto, Juan de Mesa, tendría bastante claro que María Magdalena, era algo más que una redimida seguidora de Cristo; algo más que uno de los doce hombres que eligió como discípulos.
No era normal su absoluta entrega, su presencia continua, la manera con que esa Mujer seguía al Nazareno, hasta las últimas consecuencias y más allá del conocimiento que nos dejó impreso la misma historia. La docta compañía de Jesus, tan discutida como indiscutible en el primer tercio del s. XVII, conocía algo más del papel que la Iglesia le atribuía a María Magdalena. El Divino ignorada también lo intuía; sabía que algo sublime encerraba la presencia de la más fervorosa seguidora de Cristo, cuando el mismo clero, había escogido la forma inonoclasta de representarla siempre, abrazada a la Cruz...¿qué encerraba el misterio de María Magdalena la siempre inseparable discípula del Crucificado?. Otro interrogante más que unir a la vida y obra enigmática del “Divino Ignorado”...¿cuantas cosas de valor, se perdieron en este eclipse que duró más de dos lustros, soterrando la autoría de las obras del más grande imaginero de la Semana Santa de Sevilla? ¿Qué suerte corrió, aquella imagen de María Magdalena -de indudable categoría- que formaba grupo escultórico con el Cristo de la Buena Muerte? ¿porqué se perdió su pista, entrando a formar parte de ese Código de Vinci, que la situa mutilada en un prestigioso museo de la capital del Reino?. “Ego fecci, Joane de Mesa, anno 1620 (8 de Septiembre)”.
a Fernando Carrasco, por haberme mantenido tres días en suspense con su novela: EL HOMBRE QUE ESCULPIÓ A DIOS.

Ver artículo ABC de Sevilla: "La Magdalena perdida" (Antonio Cattoni )
http://valencia.abc.es/hemeroteca/historico-14-03-2007/sevilla/Cordoba/la-magdalena-perdida_1631971625932.html

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